El nuevo Gobierno de ZP: la constatación de un fracaso

El nuevo Gobierno de ZP: la constatación de un fracaso

(PD).- Para renovar un Gobierno prematuramente marchitado, Zapatero ha llamado al dirigente en activo con mayor grado de agotamiento que queda en España. La presencia de Chaves en el Gabinete puede resultar incluso un alivio para los andaluces, víctimas de su cansino desgaste a lo largo de dos décadas de galbana, pero es cualquier cosa menos un impulso de frescura.

El ya ex presidente andaluz representa el eslabón perdido del felipismo, cuya solera política está avinagrada por el tiempo, la abulia y la fatiga de materiales. Incluso en la época del esplendor gonzalista, Chaves fue siempre -escribe Ignacio Camacho en ABC- el paradigma de la indolencia y la desgana; su estilo es el de la estatuaria, el de la indiferencia, el de verlas venir y dejarlas pasar. Le ha alcanzado sin problemas para pastorear una autonomía en la que la maquinaria socialista domina con hegemonía clientelar una sociedad pastueña, pero de ninguna manera y en ningún lado puede suponer un revulsivo de nada.

Zapatero, el joven rupturista que liquidó con temeraria resolución la herencia de González, ha acabado refugiándose en los restos de la vieja guardia de su antecesor en un viaje involutivo que muestra la liviandad de su proyecto. A la que le han venido mal dadas le ha entrado un ataque de pánico. Con De la Vega, Chaves, Rubalcaba y Salgado en el núcleo duro, este Gobierno ha nacido con canas. Los elementos puramente zapateristas han quedado relegados a Ministerios huecos y sin competencias, papeles subalternos y/o decorativos, expresión de la vacuidad posmoderna de un estilo superficial y sin sustancia.

Consumido por la parálisis, falto de ideas, ayuno de impulso, el presidente se ha echado en brazos de los antiguos pretorianos de Felipe, los elefantes con la piel encostrada por el fango solidificado de la vieja política, en busca de un bálsamo de pragmatismo que no es sino la confesión de su fracaso. Se le ha acabado la imaginación, ha embarrancado en su atrevimiento, ha perdido la lozanía y ha terminado pidiendo socorro a un grupo de veteranos encallecidos cuya mente está ya, como la del despedido Solbes, acariciando la perspectiva del montepío.

Chaves es el símbolo de ese paso atrás, de ese retorno al pasado que pesaba ya en la escena de Andalucía hasta provocar un anquilosamiento estructural muy parecido a un régimen institucionalista. Sus principales virtudes consisten en que goza del respeto histórico del partido y que su falta de empuje no provoca rechazo, sino sólo una perezosa sensación de apatía y «dèja vu». Ése es el gran fichaje de un Gobierno que tiene que proyectar al país hacia el futuro. Muy mal debe de ver las cosas el presidente cuando se conforma con el mediocre valor de la indiferencia.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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