El presidente Zapatero lo tiene muy crudo en el 2009

(PD).- Zapatero lo tiene muy crudo este año. Para el presidente socialista comienza ahora una cuesta, que no se limitará a enero o a los primeros meses del 2009. A pesar de sus pronósticos optimistas, de su vaticinio de que en abril se crerará trabajo y las cosas comenzarán a enderezarse, todo indica que será sobre junio cuando el asunto se ponga negro de verdad. Es a esas alturas, cuando muchos de los que tienen todavía paro incluidos multitud de inmigrantes, dejarán de cobrarlo porque no llevaban cotizando más de dos años.

La crisis económica va a marcar, inevitablemente, la agenda política de 2009. La pesadilla de Zapatero es que lo peor de la recesión -admitida ya por el Gobierno- aún está por llegar, y que sus estragos se dejarán sentir con toda su crudeza en un año salpicado de citas electorales, una tentación irresistible para miles de ciudadanos dispuestos a vengar en las urnas sus penurias y estrecheces.

Para aliviar todas las incertidumbres del nuevo calendario, el presidente del Gobierno cuenta, paradójicamente, con un balsámico aliado: el tiempo. Por muy penosa que resulte la travesía del desierto, todavía faltan tres largos años hasta las próximas elecciones generales, y para entonces la crisis, calcula Zapatero, ya sólo será un mal recuerdo.

Será en ese momento, muy probablemente, cuando Zapatero nombre a un sucesor -o sucesora- que recoja el testigo para una tercera legislatura socialista en La Moncloa. A no ser, claro está, que Mariano Rajoy -o quienquiera que lidere el PP en el lejano 2012- se lo impida. Pero ésa es otra historia.

Uno de los enigmas políticos que también el tiempo deberá resolver es si habrá remodelación del Gobierno en 2009, la primera de esta legislatura. Zapatero lo negó durante la tradicional copa de Navidad ofrecida a los medios de comunicación en La Moncloa, a mediados de diciembre, pero eso no significa, ni mucho menos, que no vaya a producirse: ningún presidente del Gobierno anuncia con antelación los cambios en su Gabinete.

Eso sin contar con que la crisis puede acelerar el desgaste de muchos ministros quemados o, simplemente, agotados, empezando por el vicepresidente económico, Pedro Solbes, que el pasado 16 de diciembre volvió a amagar con su retirada.

Solbes tiene por delante un año tan extenuante, o probablemente más, que el recién acabado. Para empezar, en enero deberá cerrar el nuevo modelo de financiación autonómica perfilado a trompicones antes de Nochevieja para salvar in extremis a Zapatero, atrapado entre la espada del tripartito catalán empuñada por José Montilla y la pared de un compromiso que ha ido retrasando desde el pasado verano.

Además, al vicepresidente económico le aguarda el reparto de los 8.000 millones de euros del fondo de inversiones para los ayuntamientos, completar la distribución del fondo de compra de activos mediante dos nuevas subastas, conceder los 100.000 millones en avales para tratar de rescatar al sector financiero y, sobre todo, sobrevivir a los continuos sobresaltos que llegarán en forma de cierres de empresas, caída del consumo, deterioro de la actividad industrial y, sobre todo, unas cifras de desempleo que asustan y una tasa de paro que podría alcanzar el 17%.

Sólo Solbes sabe si será capaz de aguantar la presión, pero casi nadie duda de que, si lo hace, Zapatero lo relevará en 2010, coincidiendo con el semestre de presidencia española de la UE. El comisario europeo Joaquín Almunia y el secretario de Estado de Economía, David Vegara, son, a priori, los mejor colocados para asumir las competencias de Solbes, pero cualquier especulación sobre la libreta azul de Zapatero puede resultar temeraria a estas alturas del año.

Galicia, País Vasco, Europa

La primera cita electoral de 2009 -y el primer test del coste político de la crisis- llegará el 1 de marzo en Galicia. Los socialistas dan por hecho que el PP volverá a ganar en votos y escaños, pero están convencidos de que esa victoria no evitará que, una vez más, Emilio Pérez Touriño y los nacionalistas del BNG sumen sus fuerzas para gobernar la Xunta.

Será la primera ocasión de comprobar si la crisis le pasa factura a Zapatero en las urnas; o mejor dicho, a cuánto ascenderá esa factura, porque parece inevitable que los efectos de la recesión se dejen notar, en mayor o menor medida, en los dos partidos que gobierna actualmente en Galicia. Para compensar ese desgaste, el PSdG-PSOE fía buena parte de sus aspiraciones en el voto emigrante, tradicionalmente aliado de los socialistas.

A finales de marzo le tocará el turno al País Vasco, que vivirá unas elecciones autonómicas en las que, por primera vez en muchos años -tras el fiasco del frente constitucionalista impulsado en 2001 por Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja-, el nacionalismo vasco se enfrenta a la posibilidad real de ser desalojado del poder. Zapatero, que en la pasada legislatura no pudo coronar con éxito su aspiración de acabar de forma dialogada con el terrorismo, intentará en ésta alcanzar otro hito histórico: sentar en Ajuria Enea, por primera vez, a un lehendakari socialista.

Qué duda cabe de que el zarpazo de la crisis económica también se dejará sentir en las elecciones vascas, pero los socialistas calculan, interesadamente, que jugará un papel secundario. Y que lo que verdaderamente movilizará a los electores será su apuesta por el continuismo que representa Juan José Ibarretxe o por el cambio encarnado en Patxi López.

El presidente del Gobierno se volcará en la campaña electoral vasca en apoyo de López, cuya victoria, de producirse, será insuficiente para gobernar en solitario, a juzgar por lo que pronostican todas las encuestas. Pero Zapatero no parece dispuesto a permitir que López, siempre que obtenga un voto más que Ibarretxe, no sea el próximo lehendakari; aunque para ello tenga que recurrir al apoyo del candidato del PP, Antonio Basagoiti, sin posibilidades reales de gobernar pero cuyas expectativas electorales -entre 13 y 15 escaños- le sitúan en una posición que podría resultar decisiva.

La tercera y última convocatoria electoral -salvo que la recesión forzase un adelanto de las generales- está fijada para el 7 de junio. Pero las elecciones al Parlamento Europeo, en las que tradicionalmente el partido que gobierna paga en las urnas el desgaste del poder, son las que menos preocupan a Zapatero.

No es que las dé por perdidas de antemano, aunque casi, porque muy pocos en el Gobierno y el PSOE dudan de que la crisis, que para entonces habrá alcanzado su velocidad de crucero, les castigará severamente. Pero si gana Rajoy, como parece probable, Zapatero cree que el líder del PP sólo recibirá un pequeño balón de oxígeno que le ayude a seguir pedaleando hasta la meta de 2012… donde volverá a ser rebasado por el candidato socialista.

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