España, una maqueta sin planos

España, una maqueta sin planos

(PD).- Zapatero está jugando con el mapa de España como si de la maqueta de una casa se tratara, y pieza a pieza, transmite la voluntad de buscar sitio para todos, de hacer hueco en los armarios para todos los trapos.

Lo que omitió decir el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, -recuerda Ignacio Camacho en ABC– es que la casa carece de proyecto y, lo que es más inquietante, el arquitecto no presenta diseño previo alguno.

Entre los colaboradores de Zapatero vuelve a cundir la desazón: su jefe ha decidido ponerse a improvisar de nuevo, y esta vez lo que tiene sobre la mesa es el delicado mecano sin montar de la financiación autonómica. Para mayor desasosiego, ha invitado a jugar a los presidentes de las comunidades, con cada uno de los cuales escoge a su gusto las piezas que más les convienen. Desparrama sonrisas, adquiere compromisos y otorga promesas, la mayoría contradictorias entre sí.

Es el estilo zapateril en estado puro, su temeraria forma de ejercer el liderazgo: luego ordenará a su gente que encuentre el modo de cuadrar, aunque sea a martillazos, ese puzle desquiciado que se ha puesto a armar por su cuenta con el más alegre aventurerismo y sin mirar los planos. Sólo que el rompecabezas contiene, por segunda vez -la primera fue en la oleada de los estatutos, origen directo del actual descalzaperros financiero-, el mapa de España.

Zapatero está jugando con el mapa de España como si de la maqueta de una casa se tratara, y pieza a pieza, transmite la voluntad de buscar sitio para todos, de hacer hueco en los armarios para todos los trapos. El modelo autonómico nuevo es una maqueta territorial retorcida y asimétrica como un museo de Gehry. Y hala, a tirar palante.

Cada uno que llega indica dónde quiere el comedor y dónde la cocina, a menudo de forma incompatible, y todos obtienen una sonriente respuesta complaciente. Catalanes, madrileños o andaluces quieren que prime el criterio de población, y reciben un sí rotundo. Después viene el gallego y pide dinero para enseñar el idioma autóctono.
Los canarios apelan a la insularidad, los asturianos al envejecimiento, etcétera. Y el presidente contesta que claro, por supuesto, cómo podría ser de otra manera. Palmadita en la espalda, y hasta luego. Democracia interpretativa.

Con este sistema sólo hay una certeza: o unos salen perdiendo y otros ganando o habrá que poner más dinero. Y como dinero no hay habrá que recurrir al déficit. El mismo déficit que cubre todas las ocurrencias con que el Gobierno parchea su falta de coherencia.

Antes de fin de año, con un retoque por aquí y un martillazo por allá, el presidente desplegará su sonrisa y dirá que lo ha logrado. El modelo nuevo, una maqueta territorial retorcida y asimétrica como un museo de Gehry. Y hala, a tirar palante. Viva la deconstructividad. ¿Planos, proyecto, diseño? Eso era la política antigua. Ahora lo que prima es la imaginación al poder. ¿O era la inconsciencia?

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