Al despertar, la crisis todavía estaba allí

(PD).- El jet-lag hizo estragos en la cumbre UE-Asia que se celebró anoche en Pekín. Llegados hasta allí a toda prisa, para buscar medidas con las que poner freno a la crisis, los mandatarios -como se puede ver a Zapatero- lucharon de verdad contra el sueño y los bostezos.

En la imagen, el polaco Tusk, el irlandés Cowen, Merkel, Zapatero, el austriaco Gusenbauer, Berlusconi, el japonés Aso y el esloveno Turk.

El presidente Zapatero se encontraba ayer en Pekín, en la Cumbre ASEM (Europa-Sudeste Asiático); la próxima semana viajará a San Salvador para participar en la Cumbre Iberoamericana, y el 7 de noviembre estará presente en el Consejo Europeo extraordinario convocado por Sarkozy.

Zapatero ha reiterado hoy su convencimiento de que España debe asistir a la cumbre financiera de Washington «sea cual sea el formato» y ha confiado en las gestiones que pueden realizar los presidentes del Consejo Europeo, Nicolas Sarkozy, y de la Comisión, Jose Manuel Durao Barroso:

«Sin alharacas, sin hacer nada extraño, sólo con argumentos, con razones, defendemos que nuestra voz cuente y le puedo asegurar, va a contar».

l presidente ha insistido en que la posición de España no es caprichosa y no se debe a que el Gobierno tenga «más o menos ganas de estar en uno u otro cónclave», sino porque considera que tiene algo que aportar como país «serio» que «ha demostrado tener un sistema financiero serio».

Zapatero ha aprovechado además para insistir en que el hecho de que España no esté, de momento, invitada a la cumbre, no tiene que ver con la frialdad de sus relaciones con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

De hecho, destacó que no parece haber una «amistad mayor» que la que Bush tiene con el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, pero que eso no le sirvió a España para estar en las reuniones del G8 ni del G20 cuando Aznar presidía el Gobierno.

«Grandes amistades hubo y fíjese para qué sirvieron», ha apostillado el presidente del Gobierno.

Aznar sí acudió a una reunión del G8 en Canadá en 2002, pero en calidad de presidente de turno de la UE.

O NO SABE O NO SE ENTERA

En rueda de prensa en Pekín, Zapatero se ha mostrado convencido de que en cuanto cambien las condiciones internacionales, la economía española volverá a recuperar su capacidad de crecimiento y ha agregado que, ahora, «el diálogo social es la respuesta».

Tras comprometerse a aprobar todas las medidas que se consensúen en la mesa de diálogo social sobre la reforma del INEM, la formación profesional o las políticas activas de empleo, ha hecho un llamamiento a los empresarios para que «intensifiquen su voluntad de acuerdo» con los sindicatos ante los expedientes de regulación de empleo que se están presentando en las empresas.

Zapatero ha achacado el último dato de paro -que sube al nivel de 2004 con 800.000 nuevos desempleos en un año- al «estancamiento» de la economía española, pero ha recordado que se parte de una situación diferente a la de hace años, ya que hay más de 20 millones de ocupados en España y en la última legislatura se crearon tres millones de empleos.

«El dato es malo, el objetivo del Gobierno es llegar al pleno empleo en España, pero hemos tenido la mayoría de la etapa democrática tasas de paro superiores y muy superiores a las de ahora y tasas inferiores de protección al desempleo», ha recalcado.


LA AGENDA DE HOY
Hoy, Zapatero mantendrá reuniones bilaterales con los presidentes de China, India y Corea, además de con el primer ministro de Singapur.

¿Intenta colarse Zapatero por la puerta de atrás de la Cumbre para salir en la foto?

Mientras el presidente Zapatero intenta en China convencer a sus colegas europeos de que España debe estar presente en la cumbre financiera de Washington, el mensaje del Gobierno es optimista sobre el resultado de las intensas gestiones diplomáticas.

La vicepresidenta De la Vega se mostró ayer convencida de que «España estará en Washington». La cuestión es cómo estará y en qué condiciones, habida cuenta de que no existe invitación oficial y de que el formato -los miembros del llamado G-20- deja fuera a nuestro país.

La diplomacia española ha encontrado un resquicio por el que colarse. Se trata de que el G-20, presidido por Lula, curse una invitación especial a España para participar en la cumbre como país invitado en la última jornada de la reunión.

El Gobierno confía para ello en las gestiones del presidente brasileño, que mantiene buenas relaciones con Zapatero. Efectivamente, se trata de una posibilidad real, que ha sido empleada en otras ocasiones.

Es verdad, como escribe el columnista del Washington Post Jim Hoagland, que la cumbre será el «símbolo del inicio de una nueva era», por lo que participar en ella es muy importante para España.

Sin embargo, el Gobierno no debería aceptar ninguna oferta para estar presente con un estatus distinto al del resto de los países europeos. Si el presidente Zapatero sólo puede colarse como invitado, lo mejor sería que no fuera, porque eso supondría un desaire muy evidente.

Símbolo del inicio de una nueva era
JIM HOAGLAND

Esta vez es la economía global, idiota.

Hasta la Administración Bush acepta a estas alturas que una coordinación internacional seria en materia económica es necesaria para superar la acuciante crisis financiera que ha reducido los últimos días de la temporada electoral estadounidense a la irrelevancia de los eslóganes vacíos.

Las promesas de campaña de Barack Obama y John McCain -revitalizar la economía nacional sin ayuda mientras se proporciona de manera indolora generosas prestaciones sociales al electorado- son el equivalente político a las obligaciones de deuda garantizada o bonos basura. Esta crisis es internacional en su naturaleza y sólo puede resolverse mediante la reforma internacional continua y una mayor interdependencia.

Eso es cierto ya sea Obama o McCain quien sea investido el 20 de enero. El vencedor compartirá por fuerza la dirección global como ningún presidente americano lo ha hecho desde la II Guerra Mundial. La primera cuestión vital es: ¿Compartir con quién? Una lucha discreta por determinar qué países van a decidir la forma de la nueva arquitectura financiera internacional está ya en marcha entre los primeros ministros, los presidentes, los reyes y los emires del mundo.

Hay buenas noticias en este frente. Encabezadas por Gran Bretaña y Francia, otras naciones están proporcionando ideas creativas y energía fresca en la búsqueda de soluciones al desplome mundial crediticio. Un acercamiento común no ideológico orientado a la toma de medidas está siendo forjado por los grandes peligros a los que se enfrenta el sistema. El presidente electo, Obama o McCain, encontrará socios capaces, dispuestos a un nuevo patrón de liderazgo mundial que tendrá que estar anclado en el pragmatismo.

El primer ministro Gordon Brown y Mervyn King, el competente gobernador del Banco de Inglaterra, galvanizaron provechosamente las ideas en Washington al nacionalizar parcialmente los bancos en un momento crucial a comienzos de este desquiciante mes. Los principios que Brown ha presentado para dirigir la acción gubernamental en el rescate del sector privado extirpan las viejas ideologías de la izquierda y de la derecha. Ha convertido la filosofía romántica de la Tercera Vía del Nuevo Laborismo en una desesperada Vía Unica (para prevenir el desastre).

Y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha insistido durante meses en la necesidad de un nuevo acuerdo de Bretton Woods, es decir, un reacondicionamiento de las instituciones financieras internacionales y de las reglas que han prevalecido durante seis décadas. El encuentra maneras de representar todos los puntos del espectro político, en diversos momentos, o al mismo tiempo, según exige la necesidad.

Cuando los dos se encontraron en Camp David el fin de semana pasado, Bush accedió a regañadientes a servir de anfitrión de la primera de la serie de reuniones entre líderes globales para rediseñar la arquitectura financiera global. Fue el último trago amargo de Bush, que en sus ocho años en el puesto ha tenido que deshacerse, poco a poco, de su ideología de mercado sin restricciones en el basurero de la historia. Esta vez, Bush actuaba para mantener las opciones de su sucesor abiertas.

Sarkozy quiso basar la ronda de conversaciones de apertura en el grupo de ocho potencias industriales que une a Norteamérica, Europa, Japón y Rusia, y después acometer una sesión ampliada de 14 naciones que incorporaría a los países en vías de desarrollo encabezados por China, India y Egipto. También sugirió que las negociaciones de apertura se celebraran en Nueva York.

Bush eliminó Nueva York, queriendo evitar cualquier insinuación de que la nueva iniciativa estuviera supervisada por la ONU. Pero sí hizo una concesión a los países en desarrollo accediendo a servir de anfitrión a una cumbre del G-20, un foro de naciones ricas y emergentes que, no es coincidencia, estarán encabezadas el año que viene por Brown, de Gran Bretaña.

La estratagema del G-20 de Bush incorpora a las negociaciones a un participante muy necesario -Arabia Saudí, que no estaba en la lista de Sarkozy- y diluye la influencia potencialmente inútil de Rusia, miembro del G8.

Los saudíes no son sólo amigos de Estados Unidos; tienen la llave de los precios de la energía mundial. Según funcionarios estadounidenses, los saudíes añadieron petróleo adicional a los mercados mundiales a principios de este año para refrenar los máximos en el precio. También poseen reservas de efectivo enormes, y han estado últimamente dispuestos a ejercer una dirección constructiva en los asuntos políticos de Oriente Medio. Así que Bush acierta al recibir al rey saudí Abdalah con otros 18 líderes en una cena en la Casa Blanca el 14 de noviembre.

Es probable que la única decisión importante que puede salir de las conversaciones del 15 de noviembre sea cuándo y dónde volverse a reunir, y quizá vincular a este nuevo proceso la conclusión de la ronda actual de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio.

Pero esta reunión será importante como símbolo del inicio de una nueva era, en la que deben establecerse nuevos equilibrios entre consumidores y productores, y la mala conducta financiera del pasado debe ser denunciada y castigada vigorosamente. Si Bretton Woods II lleva a esos dos resultados, todos debemos apoyarlo.

Jim Hoagland, ganador de dos Pulitzer, es columnista de

The Washington Post.

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