Rosa Díez: «Los artistas nunca hablan de ETA ni de sus víctimas; hablan de paz en el mundo y de alianza de civilizaciones»

Rosa Díez
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Los «progres» mudos de la alfombra roja de San Sebastián. Está imparable. Rosa Díez dan en el clavo de nuevo denunciando la actitud abyecta de los «artistas» respecto al terrorismo etarra. «Un año más se ha clausurado el Festial Internacional de Cine de San Sebastián sin que los artistas «progres» que claman cada día contra guerras remotas y proclaman solidaridades gratuitas contra injusticias cometidas más allá de nuestras fronteras dedicaran ni un sólo minuto, ni un solo pensamiento, a la vulneración de los derechos humanos que se vive y sufre en nuestro país«.

Desde su blog personal, la diputa de Unión, Progreso y Democracia escribe:

Un año más han sido desoidas las peticiones de que el Festival de Cine, en su sesión de clausura –o en otra, que lo mismo hubiera dado ya– hiciera una declaración oficial de rechazo a la acción terrorista de ETA y una proclama de solidaridad con la familia de su última víctima mortal, el brigada Luis Conde. Unión Progreso y Democracia envió una carta al Director del Festival solicitando formalmente un minuto de silencio; inútil intento. El Festival, con su flamante alfombra rosa, acoge todo gesto de solidridad con víctimas lejanas y premia películas comprometidas, siempre que el compromiso y el denunciado queden a cientos o miles de kilómetros de su alfombra rosa. Los actores como Bardem recogen merecidos premios a su carrera recordando al sufrido pueblo saharaui; pero no pronuncian nunca jamás la palabra ETA. Los saharauis y los marroquies están lejos; hablar bien y mal de unos y otros, respectivamente, otorga una pátina de progresía tan bien recompensada en el llamado mundo progre-civilizado. Ni siquiera les pasa factura frente al gobierno de Zapatero que ha roto el tradicional apoyo de España al cumplimiento de la resolución de Naciones Unidas respecto de la autodeterminación del Sahara; porque la familia «progre» del cine español visita los campamentos en los que los saharauis se sienten traicionados por el Gobierno socialista a la vez que firman manifiestos de apoyo electoral a ese mismo gobierno. Es una actitud de compromiso ante los débiles que no sólo resulta gratis: es retribuida por el poder.

Y cada septiembre vienen a San Sebastián. Y hacen discursos progres, hablando de las guerras y de las injusticias del mundo. De todo el mundo menos del mundo cercano, del que pisan, del que les alimenta, del que les ha financiado algunas de las películas con las que empezaron su carrera y con las que se han dado a conocer fuera de nuestras fronteras.

Sigue así Rosa Díez:

Vienen a San Sebastián y nos dan lecciones de progresía y de ética comprometida. A veces, incluso, regalan rosas blancas a quienes hacen el discurso de los terroristas. Nunca hablan de ETA; ni de sus víctimas. Hablan de paz en el mundo; y de alianza de civilizaciones. Pero no tienen un momento para hablar sobre los crímenes que se cometen a dos horas de coche de la terraza en la que toman el aperitivo. ETA hace estallar tres coches bomba en un fin de semana en el que ellos pasean por la alfombra rosa y no tienen ni un segundo para condenar la muerte y el terror cercano. No huelen la pólvora; ni sienten el dolor de las víctimas. Nada les inquieta su conciencia fuera del «marco incomparable» del Festival que les llena de halagos. Están inmunizados contra el dolor de sus compatriotas. Pagan así –con su silencio y su sonrisa perenne ante el drama provocado por el terrorismo nacionalista vasco– su seguridad. Su indiferencia es su escolta. Pero para defender la libertad y la seguridad de los mudos y de los indiferentes de la alfombra rosa, de los progres de salón, muchos ciudadanos anónimos tienen que seguir llevando escolta. Y nuestros escudos siguen arriesgando su vida mientras los artistas pasean por la alfombra rosa. Una alfombra rosa que cuidan hombres de uniforme dispuestos a arriesgar su vida para defender la de aquellos que nunca tuvieron hacia ellos ni el más mínimo gesto de solidaridad.

Concluye calificando la situación de «vergonzosa»:

Esta es la historia vergonzosa de un Festival de Cine y de sus protagonistas. Quizá algún día alguien la lleve al cine. Será cuando ETA ya no exista. Y quizá los proganistas serán los mismos que ahora hacen mutis por el foro. Ojala cuando eso ocurra quede alguien para contar la verdadera historia.

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