«El PSOE pagará su tremenda deslealtad tras la masacre del 11-M»

"El PSOE pagará su tremenda deslealtad tras la masacre del 11-M"

(PD).- Nunca se muerde la lengua y esta vez, reparte estopa a conciencia. Afirma José María Aznar que el PSOE pagará su «tremenda deslealtad tras la masacre del 11-M», añade que la foto de la Azores «fue el momento histórico más importante que ha tenido España en 200 años» y lanza a la cara del presidente Zapatero -paralizado ante la crisis económica- que él dejó como herencia «el país más rico de la Historia de España».

En una larga entrevista con Esther Esteban, en el diario El Mundo, el ex presidente popular repasa los treinta años de democracia en España. Y lo hace sin dejar títere con cabeza.

Sobre el 11-M, afirma: «en un momento determinado, la izquierda española decide usar los atentados contra el Gobierno, entraron en la dinámica del todo vale como había hecho en otras ocasiones».

Fue, en opinión de Aznar, «la primera vez en la Historia que a un Gobierno se le hace responsable de un atentado, y no a los terroristas».

El ex presidente se muestra convencido de que «el PSOE tarde o temprano pagará un precio por su actitud y no le saldrá gratis esa tremenda deslealtad».

A la pregunta de si el Ejecutivo del PP cometió errores en la gestión de la masacre, Aznar admite fallos, pero tirá balones fuera: «Cuando decimos que el atentado era imputable a ETA es porque todos los servicios de inteligencia de España y del mundo que nos dicen que ha sido ETA, pero ni intentamos mentir ni nuestra posición era una triquiñuela».

Se manifiesta orgulloso de su respaldo a la guerra de Irak: «Por mucho que algunos se empecinen, yo nunca me voy a arrepentir de la foto de las Azores. No me arrepentiré jamás de que España estuviera en una foto entre las dos democracias más importantes del mundo asumiendo sus responsabilidades en un momento difícil».

Presidente del Gobierno entre 1996 y 2004, Aznar optó por no presentarse a un tercer mandato y, antes de su retirada, tuvo que hacer frente al 11-M, el peor atentado de la Historia de España, que costó las elecciones al PP tres días después.

Ahora preside la Faes y en el último congreso del partido ha mostrado sus diferencias con Rajoy. El diario El Mundo lo incluye entre los grandes protagonistas de la democracia española y Esther Esteban, periodista de calado, le hace una entrevista larga, prolija y sin desperdicio.

P. Con su llegada a La Moncloa se rompe el maleficio de que la derecha no puede gobernar España. ¿Había un miedo real a que ustedes gobernaran?

R. Ahí se produce el hecho natural de la alternancia democrática. Que gobernase el PP era un factor de normalidad democrática que superaba viejos recelos. Había tópicos, con campañas absurdas como que el PP iba a quitar las pensiones, cerrar los hospitales, etcétera. Todas esas cosas de las que, en gran medida, sigue viviendo la izquierda, porque tiene poco que ofrecer.

¿Cómo fueron los primeros momentos de traspaso de poder teniendo en cuenta que sus relaciones con los socialistas eran muy malas?

La herencia que yo recibo es muy mala. Consistente en una inflación al 6%, un déficit público del 7%, un desempleo del 24%, la Seguridad Social en suspensión de pagos, un endeudamiento muy preocupante, un desequilibrio externo enorme y además sin cumplir ninguno de los requisitos de Europa. Recibí esto, y dejé como herencia el país más rico de la Historia de España. Eso no fue nada fácil. Desde el punto de vista formal, yo tuve un par de conversaciones con mi predecesor, sin mayor trascendencia; y desde el punto de vista de lo que significa la entrega de los dossieres, documentos o asuntos pendientes, no recibí nada.

¿Se llegó a ver a solas con Felipe González? Porque él le despreciaba.

Tuve un almuerzo con él que convocó Adolfo Suárez en un intento de mediación. González no me apreciaba, pero eso fue un problema para él, no para mí. Durante el año en que él fue jefe de la oposición, hablamos varias veces sobre la entrada de España en la estructura militar de la OTAN, y él lo aceptó porque estaba arrepentido de haber hecho el referéndum.

El hecho de que usted no levantara alfombras después de Filesa, el GAL, Roldán, etcétera, ¿fue un acierto o un error?

Lo dije desde el principio, que prefería abrir las ventanas que levantar las alfombras. No llegábamos al Gobierno para revisar el pasado sino para construir el futuro. Veníamos a cambiar las cosas, y las cambiamos.

P. Una cuestión decisiva es que usted consigue pactar con los nacionalistas, con Pujol y Arzalluz, algo que parecía imposible.

R. Antes de ganar yo había tenido muchas conversaciones con ellos, y aunque con profundas discrepancias, esas relaciones eran bastante normales y francas más con CiU que con el PNV. Cuando ganamos en el 96, las presiones eran muy fuertes, porque había una operación en toda regla para impedir que el PP llegara al poder, con entresijos muy profundos que en algún momento se sabrán.

¿Cómo cuáles? ¿A qué entresijos se refiere?

Le digo que con el tiempo se podrán saber, todavía no. El hecho es que encargué a Rato las conversaciones con CiU, y a Mayor Oreja, con el PNV. Con la única condición de que los acuerdos fueran públicos y transparentes, y lógicamente que no afectaran a la esencia del proyecto del PP. Se trataba de que se produjese un hecho nuevo, de normalización democrática, donde la derecha española podía pactar con los nacionalismos sin que nada se resquebrajase. El resultado de eso fue un proyecto de más España.

¿Qué significó el pacto del Majestic? ¿Confiaba en que podía cerrar el modelo autonómico?

Mi relación con Pujol fue muy buena, de respeto y lealtad. Le dije que todo el desarrollo autonómico llega un momento en que tiene un límite. Sabía que los nacionalistas, tarde o temprano, tendrían que elegir entre transgredir el límite o mantener la lealtad constitucional. Y, sinceramente, creo que hice todos los esfuerzos posibles para que estuvieran en la lealtad constitucional. Desgraciadamente, las cosas no fueron así. El caso del PNV fue diferente, porque había suscrito con ETA el pacto de Estella, y eso fue un desafío muy grande. Su deriva soberanista era muy clara y su deslealtad, también. Pasados los años se ha visto que el régimen constitucional del 78 ha durado hasta 2004. Cuando se intenta modificar la Constitución por la puerta de atrás, con la complicidad del Gobierno, podemos entender que la Constitución del 78 está siendo gravemente vulnerada.

¿Usted consideró en ese momento a Pujol más hombre de Estado que a Arzalluz?

Hay diferencias entre ambos, evidentemente. Tuve una relación muy franca con los dos. Ambos sabían cuál era mi pensamiento, y se dieron cuenta desde el principio de que yo no iba a aceptar una vulneración constitucional. Tuve más reuniones con Pujol que con Arzalluz. No puedo decir que tenga una relación de amistad con el ex presidente de la Generalitat, pero sí de confianza política y de respeto mutuo. Creo que ha sido uno de los grandes políticos de esta etapa constitucional, aunque tenga con él grandes discrepancias.

ETA intenta asesinarle antes de ser presidente del Gobierno, después secuestra a Ortega Lara y mata a Miguel Ángel Blanco. ¿Cómo se afronta eso?

La reacción de ETA y de su entorno era intentar ponérmelo casi imposible, ya que no habían conseguido acabar conmigo. Lo de Ortega Lara para nosotros se convirtió casi en una obsesión. Liberarle era un desafío que vivíamos intensamente todos los días. Su liberación fue un golpe terrible para ETA. Le habíamos dicho claramente a ETA que no íbamos a negociar ni a hablar. Yo quería acabar con los terroristas. Cuando secuestran a Miguel Ángel Blanco hay una cosa muy clara, que ETA puede ser derrotada, pero su derrota es la derrota del nacionalismo, y por tanto el nacionalismo pone en marcha un mecanismo para boicotear ese movimiento cívico, el espíritu de Ermua.

P. En resumen, que el PNV contribuye a que fracase el espíritu de Ermua.

R. Yo creo que el nacionalismo nunca ha querido la derrota de ETA. Y quien piense que la quiere se equivoca. El PNV no quiere la derrota de ETA, quiere la derrota de España a través de una negociación con ETA.

Menuda responsabilidad que la vida de un hombre dependa de una decisión. ¿Tuvo alguna duda sobre su posición durante el secuestro de Miguel Ángel Blanco?

No tuve ninguna duda, y además así se lo dije a la familia de Miguel Ángel. Fue durísimo, pero no podíamos ceder al chantaje. Moví Roma con Santiago para intentar encontrarlo, pero ya sabíamos que la orden de asesinarle estaba dada desde el momento del secuestro. Lo que ETA buscaba era conseguir ventaja. Si hubiéramos cedido al chantaje, habríamos tenido que soportar muchos chantajes más y habría empeorado muchísimo la lucha contra el terrorismo.

Acláreme una cosa. Que usted usara la expresión de MLNV, ¿fue una exigencia de ETA durante la tregua?

En absoluto. Nadie me puso lo del MLNV en la boca. Ni ETA lo exigió ni yo lo habría aceptado. El MLNV es su gran concepto y existe. Por eso el PNV no quiere la derrota de ETA. Todo el nacionalismo, al final, forma un gran movimiento, y eso es el MLNV. Es la financiación, los medios de comunicación, los grupos institucionales, Batasuna, los comandos de ETA y una parte del PNV Eso es el Movimiento de Liberación Nacional Vasco, todo ese entramado.

Admita que todos los gobiernos han hablado con ETA de una u otra forma, y usted también, sin que se le demonizara como a Zapatero.

Pero yo no negocié ninguna tregua. Lo que yo hice no tiene nada que ver con lo que ha hecho el Gobierno de Zapatero. De hecho, el pacto de Estella surge porque nosotros rechazamos toda negociación con ETA. Yo ni negocié ninguna tregua ni pacté ninguna tregua ni estuve dispuesto a aceptar condiciones de nadie. Nosotros sólo estábamos en un combate directo con ETA, y cuando se habló de una tregua nos reunimos con ellos sólo para ver si dejaban las armas definitivamente o no. Nuestra respuesta con el Pacto Antiterrorista fue de absoluta firmeza, de no darles un respiro, y a día de hoy sigo pensando que asfixiarles de todas las maneras es la única forma de acabar con ellos.

P. Permítame una curiosidad. ¿Cuántas veces se ha arrepentido de la famosa foto de las Azores?

R. Por mucho que algunos se empecinen, yo nunca me voy a arrepentir de la foto de las Azores. No me arrepentiré jamás de que España estuviera en una foto entre las dos democracias más importantes del mundo asumiendo sus responsabilidades en un momento difícil. No me arrepiento en absoluto, porque fue el momento histórico más importante que ha tenido España en 200 años.

Pues eso y su empecinamiento con la Guerra de Irak le costó las elecciones a su partido.

Eso no es verdad, y los hechos lo prueban. Después de la intervención en Irak hubo unas elecciones municipales y autonómicas, y los resultados para el PP fueron excelentes. Aquí quien se ha ido de rositas es el PSOE, y esa izquierda radical que se pasó la jornada de reflexión golpeando, asaltando, persiguiendo y destruyendo a la gente del PP. Escuchar que algunos pretendan darnos lecciones de democracia al PP cuando ellos hicieron lo que hicieron, es un sarcasmo.

Tal vez si usted el 11-M hubiera llamado a Zapatero y le hubiera convocado a La Moncloa, las cosas hubieran ido de otra manera.

Es que yo llamé al PSOE y llamé a todo el mundo. Lo que ocurre es que en un momento determinado, la izquierda española decide usar eso en contra del Gobierno, entraron en la dinámica del todo vale como habían hecho en otras ocasiones. Fue la primera vez en la Historia que a un Gobierno se le hace responsable de un atentado, y no a los terroristas. Estoy seguro de que el PSOE tarde o temprano pagará un precio por su actitud y que no le saldrá gratis esa tremenda deslealtad.

Hombre, admita que el 11-M todo se complica cuando ustedes culpan a ETA y no a los islamistas. ¿Cometieron errores?

Claro que cometimos errores. Todo el mundo los puede cometer. Pero cuando nosotros decimos que el atentado es imputable a ETA es porque tenemos todos los servicios de inteligencia de España y del mundo que nos dicen que ha sido ETA. Ni intentamos mentir ni nuestra posición era una triquiñuela partidista.

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