Una británica pone a prueba la legalidad de los acuerdos prematrimoniales

(PD).- Susan Crossley es una experta en divorcios. Tanto es así que su caso puede sentar un precedente importante sobre separaciones matrimoniales en la legislación inglesa. Es un tema sobre el que la dama sabe mucho. A los 50 años, esta rubia elegante y refinada tiene en su haber cuatro bodas.

Todos sus maridos han sido millonarios y, de las sucesivas rupturas conyugales con los tres primeros, ha obtenido el total de los 25 millones de euros a que se eleva su fortuna. El cuarto esposo se resiste a pagar y el asunto está en los tribunales.

Susan y Stuart Crossley solo han estado casados 14 meses. Antes de sellar en Barbados su unión, Stuart debió desconfiar del currículo de la novia y decidió que firmaran un contrato prematrimonial que estipulaba que, en caso de ruptura, ninguno de los dos tendría derecho a los bienes del otro.

Inversor inmobiliario, padre de cuatro hijos, Stuart Crossley tiene una fortuna oficial estimada en 62 millones de euros. Pero esas cifras no cuadran con las de Susan, quien asegura que su ex tiene guardados otros 83 millones en paraísos fiscales como Andorra y Montecarlo. Ella no supo de ese dinero cuando firmó el contrato prenupcial y, por tanto, quiere que sea invalidado.

En Inglaterra estos acuerdos han tenido hasta ahora mucho menos peso que en otros países, como EEUU, y la demanda supone una primicia capaz de sentar jurisprudencia. Susan pedía un largo proceso de 18 meses para examinar en detalle las finanzas de su esposo y los términos del acuerdo.

En octubre, el Alto Tribunal de Londres rechazó la reclamación y tras una apelación, también fallida, la vista se ha fijado para febrero y solo durará un día. Tras un matrimonio tan corto y sin hijos, los jueces quieren aplicar el pacto prematrimonial automáticamente y evitar largos y costosos procedimientos legales. «Es una decisión justa. Lamento que mi matrimonio haya fracasado. Desgraciadamente, mi mujer es una profesional del divorcio», ha dicho Crossley.

Nacer en un paraíso fiscal

Susan nació en el paraíso fiscal de la isla de Man, en el mar de Irlanda, un lugar lleno de multimillonarios en el exilio y de cazafortunas. Educada en una familia acomodada, la primera vez que contrajo matrimonio tenía 18 años. Su marido era Kevin Nicholson, heredero de una cadena de supermercados.

Ni los padres de él ni los de ella estuvieron de acuerdo con el enlace, que solo duró 18 meses. A los 22 años, la joven, que había tratado infructuosamente de convertirse en modelo, estaba de nuevo casada.

«Era espectacular, elegante y bellísima», recuerda el fotógrafo Adrian Hughes. El segundo marido fue Peter Lilley, exiliado en Man y heredero de una conocida firma de calzado. La pareja tuvo una hija, Melissa, pero la unión tampoco duró. Susan no perdió el tiempo y con 28 años estrenaba tercer esposo, otro rico exiliado.

Robert Sangster, fallecido en el 2004, tenía 20 años más que ella y era uno de los mayores inversores del mundo en caballos de carreras. Su fortuna superaba los 140 millones de euros. Sangster era bien conocido en los círculos de la jet-set y fue el hombro sobre el que lloró Jerry Hall cuando su marido, Mick Jagger, se paseaba saltando de cama en cama con la modelo Carla Bruni, actual visita del Elíseo.

El multimillonario tenía dos hijos de un anterior matrimonio y otros dos con la mujer a la que dejó por Susan. Con ella nacieron otros dos vástagos y ambos llevaron una vida de lujo, fiestas y viajes en avión privado a lugares paradisíacos.

El matrimonio acabó en el 2000, cuando el amante de los pura sangre empezó a sustituir a la esposa por chicas más jóvenes.

Susan pudo sobrellevar su mala suerte en asuntos amorosos con los 15 millones del divorcio. «Este es el único acuerdo del que me he beneficiado y se hizo de forma amistosa», ha dicho. Su cuarto marido, contra el que ahora litiga, la dejó por una mujer más joven, a la que conoció en la Costa Azul.

«Ha sido un matrimonio muy infeliz», afirma Susan, despechada y molesta por la publicidad del caso. «Quiero dejar las cosas claras. Creo que todo el ruido se debe a que el juez ha creado un precedente legal sobre acuerdos prenupciales. Obviamente no deseo ni tengo intención de participar en esta controversia», ha señalado en un comunicado, en el que añade algo más: «No soy una profesional del divorcio».

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