Zapatero se deja atrapar por las redes tramposas del nacionalismo

(PD).- Dice Zapatero que está muy de acuerdo con el pensamiento Imaz, «ese que consiste en disimular el agudo nacionalismo que le adorna mediante las buenas maneras y el sosiego expresivo«. Son las formas suaves, negando el fondo del asunto, para que parezca que el problema no existe. Es el ZP que sonríe a Imaz mientras repite hasta la saciedad «Gobierno de España«.

Carlos Herrera, en ABC, recuerda lo sucedido en el Congreso de los Diputados:

«Preguntaba el portavoz del PNV por la consideración que mostraba ZP hacia aquellas personas que lucían una identidad nacional distinta a la española, y el líder afable y condescendiente le respondía haciendo suya la reflexión básica que todo nacionalista que se precie lleva en la cartera para blandir a las primeras de cambio: las diferentes identidades pueden coexistir en una sociedad civilizada. Pensamiento Imaz, digo. Pensamiento al que le falta la segunda parte, que es la que nunca enseñan salvo que les convenga marcar territorios y predominios».

Según el famoso locutor de Onda Cero:

«Si existen identidades colectivas, existen derechos colectivos nacidos de ellas, y de éstos, a su vez, nacerán diferentes raseros de medir que serán aplicados en función de la conveniencia política y la capacidad de presión a exhibir en momentos concretos. Veamos, amigo presidente, repita conmigo: no existen los derechos colectivos, existen los individuales; los colectivos conforman la excusa más elemental que esgrimen quienes defienden privilegios injustos; los individuales son los que conforman las sociedades libres».

«Si un sujeto quiere considerarse más vasco que nadie y sólo vasco vasquísimo, allá él si eso le entretiene, pero que sepa que en virtud de ese purísimo sentimiento no obtendrá ninguna ventaja sobre el que se siente español españolísimo y vive en el portal de enfrente. Más trampas: se enfrenta la identidad vasca a la española, una parte contra un todo».

«No la enfrentan a la identidad andaluza porque creen que ésta no existe o, en el caso de existir, no merece la dimensión comparativa. No la enfrentan a la valenciana porque Valencia es un apéndice que le cuelga a Cataluña y de ser algo son catalanes de segunda. Aquí las naciones son las que son, y todo lo demás es una amalgama de gente hirsuta con escasa diferenciación entre ellos».

E ironiza Carlos Herrera:

«Aun así, tenemos la suerte de haber adelantado algo. Hace no demasiado tiempo éramos españoles aquellos que no podíamos aspirar a mucho más. Jordi Pujol, el último apóstol sobrevenido de la independencia de Cataluña, afirmaba tajantemente que España no era una nación y con ello nos condenaba a los que no éramos catalanes, gallegos o vascos a la condición de apátridas».

Para concluir:

«Rodríguez Zapatero no puede caer en el error megaprogre de contestar racionalmente a una añagaza como esa, y menos ahora que se está haciendo de centro para tapar la vía de agua que le ha salido por su derecha. Menos ahora que manda a Pepe Bono a contestar a los nacionalistas por las diferentes conferencias de Madrid, esas que das tú o te dan. Menos ahora que tiene a una buena parte de su electorado medio convencido de que el suyo es el «Gobierno de España». Si quiere ganar votos por donde se le están escapando tengo por cierto que Imaz no es el referente que más le conviene».

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