La atolondrada huida de la pareja asesina

La atolondrada huida de la pareja asesina


(PD).- La huida de Bengoa López y Saioa Sánchez a lo largo de cinco días y cerca de mil kilómetros por el sur de Francia puede reconstruirse casi al detalle. La colaboración ciudadana ha resultado clave para la captura. Gracias a ella, las horas anteriores a la detención se llenan de detalles que convierten la fuga en la crónica de una captura anunciada.

Explica con todo detalle Domingo Pérez en ABC que el hotel le Commerce es un coqueto local que data de 1933, con un bonito tejado de pizarra típico de la zona. Se sitúa en pleno centro de la localidad de Mende.

Con la noche bien entrada, el martes, cuentan en la recepción del establecimiento, «llegaron dos jóvenes. Venían andando». Otros testigos confirman que un taxi los había depositado en la cercana estación de autobuses.

«Serían las diez -prosigue el empleado del hotel- cuando entraron. Se notaba que eran españoles por su acento. Parecían más cansados que nerviosos».

No era para menos. Habían conocido una jornada muy ajetreada. Por la mañana sufrieron un accidente en una carretera perdida de Blan. Fueron recogidos por el único automóvil que circulaba por aquel páramo.

Una campesina de la zona les acercó hasta el parking de una sala de fiestas de Revel. Pero la mujer, nada más dejar a la pareja, avisó a la policía. Se mosqueó de que no tuvieran «ni idea de donde estaban ni adonde querían ir» y de su aire «taciturno».

Eran las 14.30 horas y el cerco se estrechaba.

UNA NOCHE EN VELA

«Sólo hablaba la mujer -rememora el hotelero-. Pidió una habitación con vistas a la calle principal».

No por casualidad. Pagaron 45 euros por una atalaya privilegiada. Desde sus cristales se controlan las dos pequeñas vías en cuyo cruce superior se sitúa la comisaría.

Menos de 200 metros desde la cama de los etarras hasta los gendarmes que les seguían el rastro.

Pasaron la noche, se supone que vigilando la calle por turnos tras los visillos. Desayunaron. Demandaron la cuenta y solicitaron un taxi. Mientras aguardaban, en la recepción se recibía una llamada telefónica.

Era la policía. Notificaron las señas físicas de los fugados y desde el alojamiento confirmaron que tenían a dos «turistas» que respondían a los datos.

Sin embargo, cuando los gendarmes se presentaron en el hotel, Bengoa y Sánchez ya no estaban. Los había recogido Thierry Bruel:

«Subieron al coche y me dijeron que fuera a Châteauneuf, que queda a una media hora».

SILENCIO EN EL TAXI

«Guardaron el silencio más absoluto», explicó el taxista al diario «Midi Libre». En cuanto llegó a su casa, monsieur Bruel recibió una llamada de la policía interrogándole por la carrera.

Se quedaron los etarras en una parada de autobús. «Estaban muy perdidos» confirma Anne Marie, la camarera del Hotel de la Poste en el que tomaron sus dos últimos cafés en libertad.

Sentados frente a frente con un mapa delante «discutían», añade la posadera. «Ella parecía simpática, pero él tenía el aspecto que se le supone a los de su oficio»…

Preguntaron cómo llegar a Puy en Velay, pero nunca alcanzaron ese destino. Poco después eran detenidos.

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