Al grito ínfimo sopla el encantado brasero
sin desmayo el reverso exclama como infinito
la primavera el borde de los acantilados
y la música del tiempo en la mesa que escribe.
Y en la cresta del lecho rasante de las piedras
no te sueño te veo sin laberinto acierto
la espiral y refugio seda el hogar la chispa
abierta alegre hallada y desterrada de angustia.
Es el viento sembrado de esa tierra del frío
debajo de la cumbre florida y vertebrada
de llanura valiente donde sí lo dijeron
y ampliaron fortaleza en la breve calle al mundo.
José Pómez
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