Peculiares.
La sal discreta de la perfección
desde la oruga emblema de la vida
y los siete pasajes apostados
en la pinacoteca callejera.

Todo el día repartiendo aceitunas
con una enorme piedra blanca y plana
primero en el proyecto de favela
y luego con la noche de los árboles.

En la mitad de Frida abandonada
como usando una silla de madera
del exterior sin centro musical
se escucha sobre todo los latidos.

Desbordantes de sombras imprecisas
mentirosas que brotan de las hojas
la que tú me presentas tan remota
y las enracimadas en tu estero.

Las que no aman ni crecen ni caminan
lo deciden a veces cuando miran
el aire golpeando los rincones
tersos y tiernos y como imantados.

Y liderando el bólido evidente
de los mimos contados como versos
de los cuerpos comunes con sus sílabas
recontadas de nuevo en otra imagen.

Depositada en la misma palabra
en la misma visión y con la idéntica
intención de sentir junto a tus brazos
el intenso silencio de los pianos.

Eres la más perfecta transparencia
de puertas coincidentes en los ríos
y la completa espada de los aires
rotunda y convincente a la cadera.

José Pómez
http://pomez.net