Amanece flor herida
sin saber de piedra muerta,
y contenta va trotando
precisa el agua y los sueños,
se compromete y trasciende.
Olvida el atajo inverso
no observes la tez filtrada,
saca el fresco rechazado
que el sol al salir recuerda,
y regala una almohada.
El primor de los aprietos
tiene como vida y vive,
en la ciudad desolada
del alegre desmedido,
sobre la montaña herida.
No mienta las filigranas
disecadas en el aire,
frente a la tela delgada
ni al medir las primaveras,
con el silencio de rosas.
Brillante del hecho apela
a profundas alejadas,
y lo pierden poco a poco
tan cálidas se declaran,
que siempre llueve en la calle.
José Pómez
http://pomez.net