En dulce rueda explorada la llama alumbra hasta el humo
no diré que lo presumo con noche en vela impagada.
Ese humano inexistente gélido de los apegos
regresa a los viejos fuegos de la montaña caliente.
Regresan los flojos vientos encendiendo de promesas
a los lobos y tigresas de los segmentos violentos.
Viajero eterno susurra con tiempos amenazados
en vanos sueños rotados y en todo cuanto concurra,
el arroyuelo lo calma murmurando sus pesares
en transparentes azares y en la bien medida salma.
Desde abajo hasta arriba y en la subestación eléctrica
si totalmente eléctrica no hay gato que sobreviva.
Donde un risueño mozuelo es animal de esencia libre
sin agenda y sin calibre lo lanza en su primer vuelo,
un animal animal deja a oscuras a un país
demostrando que es así totalmente de corral.
Quizá fueron solo cinco horas de cometa y de polvo
y merezca un rapapolvo y hasta más de veinticinco.
Y en todo sin exención se está contando contigo
en el país que os digo desde el día de san Antón.
Apagón sin parangón en el país de la rueda
blanca mientras que se pueda alabarla sin el temor,
vuela palabra ligera como una pluma de ganzo
de Pirineo el descanso de lotera con sordera.
Su hilo de raso reseco se cose en hoguera al río
descansando el desvarío sobre el más pequeño en hueco.
José Pómez
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