Con la realidad de cien fuegos los versos
acumulan color enumerando aciertos
de besos distraídos alineados y, en fila
clausuran las columnas desconciertos bellísimos,
la mujer más feliz de los cielos abiertos
puso en su mano el peso que llevaba a su espalda
y yo inconscientemente lo devolví a su sitio
al flotante refugio y al abrigo de siempre.

Sí es su sitio, quizá deslumbrante y oculto,
como las cicatrices devuelve los recuerdos
al momento sentidos en su brillo incesante,
y desde entonces, nos estamos viendo de acuerdo
con esos dedos a la vista de las plegarias,
del circuito novato que tramita y suplica
como un gaucho torero de la cantera humilde,
y adivíname: ¿Como se llama esa gaviota?

Tulipa no diamante naves y hojas en blanco
y hazme un foto donde tú te la acabas de hacer,
trasplantar los geranios no es tarea imposible,
soñar no es imposible soñando que soñamos
no llegaremos tarde a la cita al vuelo azul,
por fin nos encontramos no hay lamentos de lunas,
son las cartas queridas y amadas para siempre,
las chispas del cariño que sueldan despedidas.

José Pómez
http://pomez.net