La península de la voluntad
tricota un horizonte perfumado
de risas más humanas, cotidianas
aprovechando diamantes del alma
de la prosperidad; para poder
compartirlos de nuevo como alondras,
puerta con puerta con las golondrinas
de oriente regresaba el edificio.
Impregnando el mayor servicio esquivo
son caminos brillantes del prodigio
con la ayuda enhebrada inextinguible
de las flores ligeras, diligentes,
y solícitas entre los dos aros
claman y se complacen y se ocupan
de alegrías con vínculos de estrellas
con vibraciones y con la justicia.
José Pómez
http://pomez.net