Sopa de gato bajo techo.
No te están hablando las estrellas,
como mucho alguna de una constelación cercana,
al hacer una pausa,
y en un lenguaje extraño,
como elegido en la fabrica de los lenguajes en desuso;
y en medio de una nana,
un suspiro atinado y leve
se puede convertir en un: ¿Cómo estás?
Verdaderamente siempre tengo un buen día,
el amor va limando los bordes incontrolados
de la bandeja repleta de exquisitos dulces;
y me salva de los continuos naufragios,
la tempestad suele ser breve en la mar de mi pozo;
no sufras por mí,
los ríos me devuelven,
siempre a casa,
si te miro.
No compres ese utensilio,
innombrable en ninguna cubierta,
no te hará falta en tu equipaje,
ni para ti ni para mí;
¡qué confortable resulta saber que puedo contar contigo!
porque estás aquí en la tierra a mi lado,
ciertamente sin derecho alguno como bien indicas,
al ver los espacios vacíos;
además te contradices,
ahora me cuentan tus ojos que me conoces,
¡ay, los llevas tan dilatados!
que quizá no veas del todo bien,
y ni siquiera se vea el color de tus ojos,
dímelo por si me olvido,
a lo mejor te puedo convertir poco a poco,
respetando lo que me cuentas,
sin invadirte cuando enmudeces,
en el hilo fino,
te necesito como alimento,
lo voy pidiendo,
y muchísimos más lo están pidiendo;
cuando a diario representas el motivo;
para continuar estando vivo,
y continuar el curso del río de tu perseverancia,
que está dando los frutos más adecuados, obra y manos.
@josepomez