Vuelve una miga en el viento
sinceramente perdida,
lo escribo como lo siento
y le doy la bienvenida.
¡Ay! sus aproximaciones
me lleva de los corales
de las mil obligaciones
a los patios aurorales.
Ayer no pude yo verla
por no dejar mendigar
mis brazos para envolverla
fuerte y poderla abrigar.
Besada abrazada y seca
la perfecta aduladora
de esta mi acera reseca
como arlequín voladora.
Sobre esa muralla estaba
yo agradecido con ella;
cuando mi voz tiritaba
observándola en la estrella.
José Pómez
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