Dos miradas buscaban
el lugar y el momento
y al instante lo hallaban.
Los patios y pasillos
comprendieron los ecos
y los ladrillos secos
guardaron su silencio.
Bailó aurora presente,
la tarde alegre y viva,
al seguir ausente
cordura reflexiva.
Dos miradas de espadas
llevan sus almas blancas
lucen blancas y atadas.
Bailó el prado sereno
con un valle esmerado
sin desatar el trueno
desolado de arriado.
Persiguiendo la fuente
el principio del mar
que llama y dice vente.
Dos miradas en llamas
se prendieron en ramas
y la arboleda esclava
era brava sin traba.
Dos miradas buscaban
corazón habitado
y sin verse se amaban.
José Pómez
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