La Xunta se prueba el jersey a rayas

El conflicto con las empresas eólicas, como tantos otros que hoy jaquean a la Xunta, podría haberse evitado si este Gobierno autonómico no se empeñara en cambiar día a día las reglas de juego económicas. Si las inversiones en el sector están paralizadas es simplemente porque los empresarios se niegan a acatar los antojos de una Consellería de Industria que toma medidas inspiradas en el populismo del jersey a rayas.

Anularle a las empresas los derechos de preferencia en las nuevas adjudicaciones y obligarlas a reservarle para la Xunta una participación mínima del 10% en el capital de las concesionarias de los nuevos parques fue lo que llevó a las 15 empresas eléctricas pertenecientes a la Asociación Eólica de Galicia (EGA) a que presenten alegaciones contra el nuevo plan eólico elaborado en marzo por la Consellería de Industria, capitaneado por el conselleiro nacionalista Fernando Blanco. Las compañías se oponen a que el documento sea aprobado y lo califican de «confiscatorio» y «expropiatorio».

La Xunta recurre al chavismo primario para justificar sus actuaciones: garantizar que una parte de los beneficios de la explotación del viento se quede en Galicia. Un argumento conmovedor pero tramposo que intenta, por un lado, desacreditar a los empresarios y, por otro, domesticar a un sector pujante que ha llevado a Galicia a ser la sexta potencia mundial de producción eléctrica a partir del viento, un mérito que, dicho sea de paso, le pertenece a empresas gallegas como Norvento y no precisamente al BNG.

Esas danzas de odalisca que Touriño desplegó para convencer a algunos empresarios gallegos de sumarse a Gaelsa Energía con el fin de plantar cara a las empresas foráneas son estrategias caducadas que no funcionan en el mundo globalizado al que el bipartito dice querer pertenecer. Si hasta resulta irónico que la dirección de un proyecto tan genuinamente gallego se la hayan otorgado al coruñés Manuel Jove, a quien su enxebre abolengo no le impidió vender Fadesa a un holding madrileño.

Sería deseable acabar con ese rancio discurso que justifica cualquier tropelía institucional en nombre del galleguismo. Lo mejor que le puede pasar a Galicia es que los políticos del bipartito dejen de emular a Tony Soprano en su trato a las empresas y sean capaces por una vez de generar la confianza necesaria para que hacer negocios en Galicia no sea una interminable y agotadora carrera de obstáculos. Ya va siendo hora de que nuestra clase política entienda que fomentar una industria es mucho más que repartir subsidios alegremente.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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