Casa de citas: Fernando Savater

Origen de la filosofía: Según parece, la filosofía proviene del esfuerzo por reducir lo múltiple a lo uno, de fundar lo múltiple en lo uno. Este fue el propósito, a la vez físico y metafísico, de los antiguos griegos. Vivimos en una diversidad de solicitaciones sensibles, de cosas que aparecen y se transforman, nacen, mudan y mueren: un vertiginoso caos de impermanencia. Pasan las estaciones del año y las generaciones de los hombres, «semejantes a las hojas otoñales» para el primer poeta griego, la oruga se hace crisálida y luego mariposa, el mar cubre lo que ayer era desierto, no me conozco en mis cariños de ayer y mi propio rostro me va siendo ajeno. Ahora es de día y el sol baña mi ventana, pero quizá cuando tú leas este «ahora» te asediarán la noche o la lluvia: y será no menos «ahora». Veo ahí una mesa, sillas, libros, pero quizá dentro de un instante diré «ahí» frente a una playa o en el tumulto de una calle demasiado transitada. Pierdo lo más mío, que así se me revela postizo o adventicio, del mismo modo que lo más indudablemente exterior ha llegado a ser indudablemente mío, por virtud de la memoria y el deseo. El río que me acoge no puede bañarme dos veces, no sólo porque las aguas que una vez me cubrieron ya habrán fluido muy lejos, sino porque aquel «yo mismo» que se introdujo en ellas en aquella ocasión. (A decir verdad -74-)

Prohibiciones: De lo que se trata es de educar, o sea de enseñar a vivir entre tentaciones. Y las prohibiciones no enseñan a vivir: sólo enseñan a huir. A la vista están sus malos resultados. Vivir en libertad implica convivir con formas de vida que uno desaprueba y que desaconseja practicar, pero que no prohíbe porque es peor el remedio que la enfermedad. No es lo mismo ser libre que acertar a ser feliz. Una vez le preguntaron a Manuel Azaña si creía que la libertad hace más felices a los hombres. «No sé si les hace más felices -repuso don Manuel-. Lo único que sé es que les hace más hombres». (Libre mente -118-)

Ciencia y filosofía: A a la ciencia le intesa la eficacia de las respuestas que propone y a la filosofía lo radical de las preguntas que plantea. La ciencia pretende captar cómo funciona lo que hay, sean los átomos, los planetas, el aparato digestivo o las sociedades humanas; la filosofía se preocupa más bien por lo que significa para cada hombre, para usetd, para mí, existir entre átomos y planetas, tener sistema digestivo o vivir en sociedad. Los saberes científicos fragmentan la realidad para estudiar mejor aspectos y resolver problemas concretos, mientras que la filosofía pretende una y otra vez no perder de vista lo que relaciona a las partes del conjunto, la vida humana como inquietante realidad global. (Libre mente -178-)

Marvin Harris: «Pese a las encomiadas facultades del habla y la conciencia, las grandes aventuras culturales de nuestro género siguen sujetas a las terrenales condiciones que impone nuestra humanidad específica. Si en algún lugar del universo existen criaturas inteligentes sociales, asexuadas, blindadas, hechas de silicio, activadas por receptores fotovoltaicos y que se reproduzcan por fisión, estoy seguro de que carecen del don de pintar renos en las paredes de las cuevas o de empujar carritos por los pasillos del supermercado.»

Voltaire: ¿Su mayor título de gloria? Que en su nombre no se puede perseguir a nadie por sus ideas, ni torturar, ni declarar la guerra santa, ni excluir al prójimo de los beneficios de la humanidad. Puede haber habido históricamente volterianos que practicaron la intolerancia, pero sólo cuando se traicionaron a sí mismos y a las ideas de su maestro… (Libre mente -201-)

Envidia, Elogio receloso de la: Debes agradecer al envidioso la fiel atención que te dedica. Te contempla a través de la lupa de aumento. Para que tu simple existencia le ofenda, no duda en magnificarte cuanto sea posible e imposible. Si cojeas, él te ve correr; si saltas, asegura que vuelas; si balbuceas, denuncia que tu elocuencia conmueve estruendosamente la paz de los cielos. A ti tus acciones te dejan insatisfecho y suelen decepcionar a tus amigos, pero ante él siempre tienes un éxito malicioso y cruel. El único reproche que debes hacerle es que fomenta tu vanidad: te obliga a admirarte. (Libre mente -231-)

Casanova: En sus Memorias cuenta Casanova su extrañeza al descubrir que en las posadas españolas las puertas de las habitaciones no tenía el cerrojo dentro sino fuera: le aclararon que era para facilitar las inspecciones del Santo Oficio, siempre interesado en saber quién dormía con quién o quién dormía con nadie y por qué … (Libre mente -244-)

Nacionalismo y pueblo: El malentendido esencial del asunto es que ni los pueblos, ni las naciones, ni muchísimo menos los estado, son entidades naturales. No hay nada de biológico ni natural en las sociedades políticas: las hace y las deshace la historia, la interacción y desde luego el mestizaje. Afortunadamente no hay naciones ni pueblos impearmeables. (…) Cada sociedad se hace a base de viajero y de viajes, de gente que se va afuera y que vuelve con cosas, de cosas y gentes que vienen de afuera. Pero sobre todo la ciudadanía no es uan forma de parentesco. la comunida democrática moderna no tiene nada que ver con asuntos de familia ni con semejanzas fisiognómicas. Que se lo pregunten a la tierna Antígona cuya tragedia fue no haber aceptado ese paso de la fraternidad del parentesco a la fraternidad de los ciudadanos! Antígona no podía integrarse a la polis porque no era capaz de relativizar su lealtad familiar. Querer convertir el parentesco en fundamento de las instituciones políticas, que son siempre fruto de artificio y convención, es el colmo del dislate político. Las comunidades democráticas no son una forma de homogeneidad política que emana y refuerza la previa homogeneidad étnica (o lingüística, desde luego) de un grupo humano, sino todo lo contrario: la homogeneidad artificial y pactada que se constituye a partir de lo heterogéneo, relativizando las pertenencias que no hemos elegido en favor de la participación en lo que podemos elegir. (…) En tres versos, el poeta Jon Juaristi ha hecho su diagnóstico certero : «Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes, y por qué hemos matado tan estúpidamente? Nuestros padres mintieron: eso es todo». Si no ponemos de una vez por todas en entredicho las mentiras de los padres, nunca acabarán la inmolación de los hijos ni sus crímenes. Porque lo propio de los celacantos es el museo y lo propio de los hombres saber sacar de sus diferencias la civil concordia. (Libre mente -254-)

Dictaduras: Creo que lo peor de las dictaduras es la moralina con la que embadurnan cuanto tocan, el estruendo propagandístico y redentor de su buena conciencia obligatoria, la retórica con la que ensalzan los «adelantos sociales» pagados en sumisión por sus beneficiarios, su manía de acuñar un «hombre nuevo» sin vicios extranjerizantes (es decir: antinaturales), su fobia a los placeres que no comparten y a los estilos de vida que no entienden, en una palabra: no sólo su afán de mandar pese a quien pese, sino de encarnar además el más alto parangón moral y científico. Lo triste es que son estas ambiciones, las peores, las que más suelen envidiarles las democracias y las que a veces les imitan aunque de un modo felizmente obstaculizado por sus propias reglas de juego. (Libre mente -87-)

Zapatistas: La insurrección zapatista ha venido a recordamos que en México sigue habiendo virreyes. Perdura el colonialismo interno, la oligarquía que pretende disociar modernización económica -que le resulta rentable- de modernización política, que puede serle peligrosa. Con el pretexto de autonomizar identidades tradicionales (y con la complicidad involuntaria de algunos indigenistas) intentan mantener a los indios en la miseria del pasado, padeciendo la pérdida de sus viejos lazos pero sin ninguna libertad efectiva a cambio. Los rebeldes, claro está, no se oponen a la modemidad: se oponen a que se les excluya de ella. Como no les dejan integrarse con plenos derechos en el modelo liberal, que es el bueno, optan por el populismo marxista, que siempre fue la vía modemizadora de quienes no pueden permitirse otra. (Libre mente -95-)

Cine americano:
La fuerza del cine estriba en que es el arte más democrático y estrictamente popular que nunca ha existido: para verlo ni siquiera es preciso haber aprendido a leer. Por eso es lógico que su triunfo comenzara en países jóvenes, enormes y (al menos en la teoría inicial) igualitarios , como los Estados Unidos y la Unión Soviética. Europa intentó desde el comienzo trasladar al cine las pautas decimonónicas del artista genial y solitario, antiburgués, que se niega a lo populachero y a las servidumbres de la producción industrial. Así produjo unas cuantas joyas del nuevo arte ligadas al «cine de autor» pero empujó a la mayoría de los espectadores hacia el cine de Hollywood y socavó los cimientos de la posible gran industria cinematográfica europea. Aún hoy nos lamentamos de ello. Mientras el cine americano creó un lenguaje sencillo y directo para contar las historias más emocionantes de la tradición europea y del nuevo país que habitaban ciudadanos procedentes de todas las partes del mundo. Su universalidad no deriva sólo de su poderío económico, sino de lo plural del público al que desde un comienzo se dirige sobre todo, de su capacidad de hacer un cine para niños y adolescentes, es decir, para futuros adictos. Quienes tanto se reocupan hoy de nuestra «colonización» por el cine yanqui deben recordar que, casi desde comienzos de siglo, la identiad cultural de todos los jóvenes se ha fraguado en Hollywood. (Libre mente -97-) / Lo que sí se puede afirmar es que las películas americanas gustan por lo común a más gente. ¿Por qué? Porque estásn hechas para eso. Digamos que desde su origen el cine tiene dos vertientes contrapuestas, ejemplificadas en sus santos fundadores (europeos, desde luego): la dirección Lumiere y la dirección Meliés, la salida de los obreros de la fábrica frente a la conquista del Polo o el viaje a la Luna. Mientras que el cine europeo se ha decantado más y más por el lado Lumiere, el americano -sin descuidarlo tampoco- ha cultivado con entusiasmo el lado Melies, realizando un cine de espectáculo, de emociones básicas, de cabalgadas y sablazos, de fantasías y caracajadas, sustos y romances. En una palabra: un arte popular acostumbrado a expresarse de un modo apto para todos, pues en USA hay de todo y de todas partes. (Libre mente -104-)

Una pesadilla de Bertrand Russell: Soñó el filósofo que estaba sobre un alto acantilado, viendo cómo una muchedumbre fervorosa arrojaba por el precipicio uno a uno a numerosos condenados, tras leer en voz alta sus crímenes. Todo el mundo mostraba gran alborozo, salvo un niña que lloraba un poco retirada. El soñador creyó ver en ella a un alma sensible entre tantos bárbaros y le preguntó: «¿Estás triste?» Y la pequeña sollozó: «Sí, porque no me han querido dar programa.» (Libre mente -110-)

Libertad: La libertad no es algo que sólo está bien para que la ejerzan sabios impasibles, perfectamente informados y con autocontrol y madurez envidiables. Poner tales requisitos a la libertad es un idealismo que sólo lleva a negar finalmente la libertad, por lo mismo que Franco opinaba que los españoles no estábamos «maduros» para la democracia. No: la libertad la ejercemos personas corrientes, obcecadas, apasionadas, ingenuas, egoístas, inmaduras… personas que podemos hacemos pupa con ella. Es característico de la libertad que puede emplearse mal: y que una vez mal empleada uno no puede borrar lo sucedido simplemente arrepintiéndose, ni echando la culpa al vecino o «al sistema».

Hombres oceános: Lo que ocurre es que, efectivamente, hay hombres océanos; como el mismo Hugo estableció en su William Shakespeare. Allí aprendemos que « estas ondas, este vaivén terrible, este rumor de todos los vientos, estas negruras y estas transparencias, estas vegetaciones propias del abismo esta demagogia de las nubes en pleno huracán, estas águilas en la espuma… esas cóleras y esos apaciguamientos, es todo en uno, lo inesperado en lo inmutable; ese vasto prodigio de la monotonía inagotable variada, esa nivelación después de semejante trastorno, esos infiernos y esos paraísos de la eternidad eternamente conmovida, ese infinito, ese insondable… todo eso puede estar en un espíritu y entonces ese espíritu se llama genio, y tenéis a Esquilo, tenéis a Isaías, tenéis a Juvenal, tenéis a Dante, tenéis a Miguel Angel, tenéis a Shakespeare. Entonces, contemplar a estas almas es como contemplar el océano » (A decir verdad -84-)

Tolerancia: Propugnar el derecho a la diferencia exige establecer un derecho común que legitime las diferencias, no la coexistencia disgregadora de una diferencia de derechos que a unos les autorice a ser individuos y a otros (sobre todo, a otras) no les permita más que ser miembros de una comunidad tradicional. La tolerancia es decantarse por un tipo dado de sistema político, no reconocer encogiéndose de hombros que todos tienen su lado bueno y su lado malo. (…) es preciso distinguir las personas como tales -sujetos libres, ciudadanos- de las ideas o creencias que sostienen y de las costumbres que practican. El respeto debe amparar a las personas, pero no a opiniones o comportamientos que pueden ser discutidos y criticados incluso de modo irreverente. El precio de que ideas y costumbres no sean prohibidas es que puedan ser puestas públicamente en solfa. Sentirse herido en sus creencias no da a nadie derecho a herir al ofensor en su cuerpo mortal, sus bienes o su ciudadanía. Convivir con lo que uno detesta implica aceptar que muchos de los que conviven con nosotros le detesten también a uno… siempre por razones equivocadas, claro está. (…) El otro requisito es el interés por lo que desaprobamos, la curiosidad y aun el esfuerzo por ampliarnos hacia aquello con lo que no estamos de acuerdo. Tras citarle una opinión de Epicuro, el estoico Séneca hace un guiño de excusa a Lucilio: «Acostumbro a pasar al campamento enemigo, no como tránsfuga sino como explorador (sed tamquam explorator).» La tolerancia nos permite explorar la diversidad de lo humano y descubrir fuera de nosotros la verdad de nuestra pluralidad íntima, pues toda persona cuerda sabe en su interior que ni todo su cuerpo ni toda su alma están por completo en el mismo bando. (Libre mente -30 y 31-)

Secularizar: Es salir del milenarismo, pero también de la secta, abandonar la complacencia fanática de los absolutos excluyentes y entrenarse en la cordura de lo relativo y lo posible, renunciar a la fabricación gubernativa de un «hombre nuevo» purgado de codicias, vicios y ferocidades para intentar favorecer, tanto desde el estado como desde la sociedad civil, la aparación de nuevas oportunidades para los hombres reales, humanos y aún demasiado humanos que conocemos, que somos y que por suerte seguimos siendo. (Sin contemplaciones -28-)

Nacioanlismos: En una de sus glosas cuenta Eugenio d’Ors la historia de un viejo vagabundo irlandés que frecuentaba un albergue miserable en el barrio de los Gobelinos, en París. Se ganaba sus limosnas tocando un organillo que hacía sonar baladas de su tierra y casi siempre estaba borracho. Cuando alguien le preguntaba por su país, ponía los ojos lacrimosos en blanco y hacía sonar su música como única respuesta. Cierta tarde, aprovechando cruelmente el eco periodístico de un terrible terremoto en Sicilia, algún guasón le dijo: «¿No conoces las noticias? !ha habido una gran catástrofe! ! De tu famosa Irlanda ya no quedan ni un árbol ni una casa en pie!». Atontado por los años y el alcohol, el viejo creyó al mentiroso. Esa noche, otro clochard que dormía bajo los puentes del Sena oyó sonar largamente la dulce balada irlandesa; después, el chapuzón del cuerpo en las aguas negras. No sobrevivir a lo que se ha amado de lejos, desde el desamparo frágil de la memoria, sin obtener de tal fidelidad ventaja alguna: quizá ése es eel amor que no espera ser amado cuya grandeza razonó Spinoza. No hacen falta libros de historia para justificarlo ni bombas para defenderlo.

Bibliografía:

A DECIR VERDAD, Madrid, F.C.E. España, 1987
LIBRE MENTE, Madrid, Espasa Calpe, 1995
SIN CONTEMPLACIONES, Madrid, Libertarias, 1993

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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