Santiago G. Zunzundegui: «Cuando la aventura se convierte en rutina lo mejor es dejarlo»

Santiago G. Zunzundegui y su familia
Santiago G. Zunzundegui y su familia

Santiago González Zunzundegui se hizo a la mar con su mujer Mayi, sus hijos Urgo y Zigor, de 9 y 8 años en un velero monocasco construido con sus manos al que puso el motor de un camión accidentado.

Salieron de Hondarribia, su localidad natal, el 12 de marzo de 1983 y regresaron a ese mismo puerto diecisiete años después de darse la vuelta al mundo en otro catamarán hecho ya por toda la familia. Es nuestro personaje aquarius de esta semana.

¿Cómo fue ese momento en el que sus hijos se amotinaron en Filipinas y le dijeron, Papa nos volvemos a casa?

Crónica de una muerte anunciada. Cuando la aventura se convierte en rutina lo mejor es dejarlo.

Llegamos a una playa y había que desembarcar el bote, acercarse a la costa, ver qué nos encontrábamos… Nadie se movía. Fue entonces cuando mis hijos me dijeron que de lo que estaban cansados era de hacer siempre la misma historia.

Les pregunté que es lo que querían y me respondieron que lo que ahora querían era descubrir lo que no conocían, lo suyo, su país.

Confiesa que su objetivo era escapar del consumismo y realizarse.

Exactamente. Escapar también de la rutina que es lo que acaba con nosotros.

Y ahora que han vuelto, han vuelto también a la sociedad consumista que es en la que vivimos.

No queda otro remedio. Tenemos otra visión del mundo pero volvemos a la cotidiana realidad. Además, ahora los padres que ya son muy mayores y hay que cuidarlos… Hay una serie de obligaciones que hay que cumplir.

Y los niños… cómo se educaron, ¿un curso en cada país?

Los estudios se los dimos nosotros. Su madre más que yo al principio porque alguien tenía que estar muy pendiente de la navegación. Los exámenes las hacían en los consulados o embajadas de España por todo el mundo a través del Centro Nacional de Educación a Distancia.

¿Era una dificultad añadida tener niños a bordo?

Tenían que estudiar eso esta claro. Dejaron la Ikastola, las aulas, porque había intereses mayores. Pero está claro que lo temas que tenían que aprender en la escuela, tenían que aprenderlos también en el barco.

Deja España en 1983. Al regresar que fue lo que más le chocó de la nueva España.

El contraste no fue muy grande porque durante aquellos 17 años volvimos a España, vía avión, en alguna ocasión. No todos juntos porque alguien se tenía que quedar con el barco.

Pero si evidentemente había habido una evolución natural en el país. Pequeños detalles que nos decían que España se había hecho mayor.

Navegó a la manera clásica, con la ayuda única del sextante y el olfato

En la primera parte del viaje así fue. Luego nos fuimos tecnificando un poco.

Sigue existiendo el mítico barco ‘Jotake’ con el que iniciaron la aventura.

Los dos siguen existiendo. El primero, el “Jotake” está pescando tiburón en la costa del Pacífico en Guatemala y el segundo lo compró una familia francesa con dos hijos para dar otra vuelta al mundo.

¿Qué significa “Jotake”?

Literalmente no tiene una traducción clara pero literariamente significaría estar haciendo de algo con “machacona” perseverancia.

Viajando a través de las fronteras del mundo, qué idea de la Tierra se trajo con usted.

De lo que te das cuenta es que no eres el ombligo del mundo, hay muchos ombligos…

¿Faltan aventuras como la suya en la sociedad actual?

Aventuras como la nuestra no conozco pero sí que hay muchas personas navegando por todo el mundo. Pero ahora con tantos avances técnicos no es excesivamente complicado.

Hay por ejemplo, un chico chileno que vive él sólo dando vueltas al mundo. Lleva ya cuatro o cinco. Y de ese nadie se entera. Uno se encuentra con gente extraordinaria en todo el mundo.

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