Las claves del «efecto Pizarro»

Las claves del "efecto Pizarro"

Ya casi nadie duda de que Manuel Pizarro ha sido la mejor incorporación del Partido Popular en tanto que era la mejor persona en el mejor de los momentos. El perfil tan distinto que ofrece, sea en el interior del partido, sea en la vida política en general, puede deducirse a través de estas claves.

Ignacio Peyró cuenta en Época que son estas tres:

1) Las bases, a sus pies

El Partido Popular ha cerrado filas en torno al nombramiento de Pizarro como número dos por Madrid. Ni una crítica, ni una queja. Se distrajo el foco de atención de la hoguera de ambiciones entre Gallardón y Aguirre. Y Pizarro, dispuesto a “sudar la camiseta”, concede entrevistas desde el primer día, con un nivel alto de presencia mediática. Las bases populares están tan encantadas como los medios de la derecha y los líderes de opinión, no sólo en a derecha.

El contraste es verdaderamente intenso si nos retrotraemos en el tiempo y recordamos el fichaje de la número dos por Madrid por parte de Rodríguez Zapatero: en primer lugar; tenía que ser mujer para cumplir con la cuota; en segundo lugar, tenía que ser reconocida de inmediato por ser famosa. Al final, tras recibir la negativa de la actriz Aitana Sánchez Gijón y de la novelista Almudena Grandes, Zapatero dio con Mercedes Cabrera, catedrática de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos y mujer de Carlos Arenillas, a quien tardaría más de
dos años en dar un ministerio. Ése fue un tiro por la culata en contraposición a un Pizarro que llegó y triunfó.

2) Viene para quedarse

La inclusión en las listas electorales de Manuel Pizarro, después de dejarse convencer por las divinas palabras de Rajoy, ha dado paso a un compromiso real con el partido, al integrarse como militante en la estructura popular y afirmar que viene “a hacer política con el carné
en la mano” y que es “el último militante del PP de Madrid”, bien que en
su presentación estuviera apadrinado por dos tan lujosos como Rajoy y Aznar. En su primera rueda de prensa, citó verbalmente el modelo que para él han supuesto gentes como Loyola de Palacio o María San Gil, tan valoradas en el partido por su compromiso personal.

Asimismo, Pizarro ha abandonado puestos como el de consejero en Telefónica y la Bolsa de Madrid “sin esperar a ver qué pasa en las elecciones”. Es decir, que Pizarro ha llegado al PP para quedarse, siendo así una figura totalmente opuesta al político paracaídas, al independiente que se hace de rogar o a la fijación súbita y la apuesta personal de un líder. Con un perfil también económico, ¿qué fue de ese crack del zapaterismo llamado Miguel Sebastián, salido por la puerta atrás del PSOE? Según Pizarro, él en su vida ha dado un paso atrás. Y tampoco lo
hará ahora, aunque toque oposición y no banco azul.

3) Guerra a la partitocracia

Las listas de gentes notables de la política en España se suelen enrolar a partir de la burocracia interna de los propios partidos o bien desde el mundo universitario. Faltan emprendedores, hombres de empresa, hombres con currículo y hombres hechos a sí mismos. Entre el ejercicio activo de la política y la sociedad civil no hay capilaridades, no hay vasos comunicantes, sino más bien una censura total, que, aliada al funcionamiento vertical de los partidos, lleva a consolidar la figura de un político profesional sin oficio ni beneficio fuera del partido.

Sólo en tiempos de la Transición, unos partidos políticos recién acuñados tuvieron que acudir a lo más granado de la sociedad para integrar sus cuadros y ganar prestigio. Con Manuel Pizarro, casi por primera vez se vuelve a esta práctica de buscar la excelencia en la sociedad para
devolverle a la sociedad modelos de ejemplaridad en la política.

Es la importación, tardía pero necesaria, de un paradigma norteamericano que va contra la tradicional endogamia de la partitocracia española: Manuel Pizarro ganó una de las más duras oposiciones, trabajó para la Administración y para el mundo privado, fundó su propia empresa y acumuló experiencia de dirección en todas las escalas. Dirige una cátedra de Derecho Administrativo, ha sido docente repetidas veces en la Universidad y es académico de diversas Academias. Pero, ante todo, es la antítesis de políticos profesionales como el socialista José Blanco, que no tiene nada salvo un bachillerato y un puesto en el partido.

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