Gistau le echa sorna a la «Operación Triunfo» montada por Pedrojota para sustituir a Umbral

Juan Cruz Osta (Periodista Digital).- Le ha tocado el 7. David Gistau escribe este martes el hueco dejado por Francisco Umbral. La iniciativa de Pedrojota Ramírez de homenajear durante cien días, empezando por él, al maestro rellenando «el ventanuco» de la contraportada no parece que ha despertado la algarabía del joven columnista. «Una Operación Triunfo de las uvas agraces a la que sólo le falta la posibilidad de votar mediante mensajes sms

Se esperaba que tras la muerte de Umbral apareciera en su lugar su sucesor natural, Raúl del Pozo. Pero las ocurrencias del director Ramírez siempre van más allá de lo esperado. Cien escritores, cien firmas, van a darle forma al folio blanco que cada día rellenaba magistralmente Umbral.

«Tú, lector. Compras el periódico, le das la vuelta como sueles para averiguar antes incluso de alcanzar el café con leche por dónde ha tirado hoy el maestro, y en el ventanuco de la última te encuentras, asomado, a un señor que no se parece nada a Umbral. Te comprendo: a mí también me jode».

Pues, la verdad, sí que jode. David Gistau ocupa el puesto 7 con una columna que titula ¡Miau!. Y, umbraliano, pone con su prosa pistolera la idea de que la genialidad del jefe no le gusta ni mucho ni poco.

«Y, mientras, la idea de hacer pasar por aquí a 100 subalternos abocados a no dar la medida es malévola».

Con su chufla, le deja escrito a Pedrojota en su diario:

«Sobre todo cuando de fondo están el morbo y la ambición de la herencia como un sobre cerrado que permanece en el cajón del albacea. En la misma columna de Umbral, donde sus metáforas aún están colgadas de las perchas, ha sido organizado un casting. Una Operación Triunfo de las uvas agraces a la que sólo le falta la posibilidad de votar mediante mensajes sms a quién quieres encontrarte, tú, lector, cada vez que le des la vuelta al periódico».

«Los candidatos, conscientes de que éste de la última no es un folio de rutina de los que se resuelven con lo que González-Ruano llamaba «vuelo sin motor», se vacían, disparan con todo lo que tienen. E incluso rescatan los viejos palabros umbralianos como si el estilo pudiera obrar el milagro de la reencarnación. O al menos avalar el siguiente eslabón de la cadena evolutiva. Debiéramos cerrar estas intrusiones en la última con la frase que eligen para despedirse del tribunal las misses que aspiran a la diadema: «Mi mayor deseo es la paz mundial». Pero no hay remedio».

¿Alguien duda aún de quién debe de estar en «el ventanuca de la última»?

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