Zarzalejos: «¿Sabe Rosa Regás la relación entre diarios libres y democracia auténtica?»

(PD).- Rosa Regás ha confesado que está encantada de que cada día se lean menos periódicos. De hecho, ella, ha desvelado, hace tiempo que no lo hace. José Antonio Zarzalejos, director de ABC, pide al nuevo ministro de Cultura que no mantenga en el cargo a la Directora de la Biblioteca Nacional. «¿Sabe Rosa Regás la relación entre diarios libres y democracia auténtica

«De la mala situación de la profesión periodística -incrédula en su misión, en sus compromisos y responsabilidades- y de la dispersión del sector de la comunicación en general -de la que los editores son directamente responsables- habla a las claras la impunidad con la que Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional, se ha congratulado de que se vendan menos periódicos, jactándose, a mayor abundamiento, de no oír la radio ni ver la televisión».

Dijo la Directora de la Biblioteca Nacional que «afortunadamente se venden menos» periódicos.

«No dejo de dar vueltas a la idea de que su afirmación justifica que el nuevo ministro de Cultura -escritor de periódicos, entre otros menesteres-, César Antonio Molina, se cuestione la procedencia de mantener en su equipo de colaboradores a una señora que, por muy progresista que se proclame, se comporta de una manera tan burdamente sectaria. Y si lo que le traiciona a la interesada es su alterado estado nervioso por la reinante «crispación» -hipótesis igualmente verosímil-, el motivo alternativo para despedirla sería igualmente sólido y procedente».

El director del diario ABC pide la destitución del cargo de confianza del ministro de Cultura.

«De cualquier forma, lo cierto es que un cargo público no puede seguir siéndolo después de congratularse -con equivocación en los datos, lo que a la improcedencia añade la ignorancia inexcusable- de que un sector económico, social y de gran incidencia cultural esté de capa caída».

«¿Cómo puede cumplir con su misión institucional una señora que, estando al frente de la Biblioteca Nacional, dice no leer la prensa, ni oír la radio, ni ver la televisión? ¿Qué concepción de la libertad, de la democracia, del derecho a la crítica, del debate social, de la confrontación de ideas y discursos tiene una responsable pública que se jacta -aunque de forma errónea, tan habitual en ella- de la decadencia de los periódicos? ¿Sabe Rosa Regás la relación entre diarios libres y democracia auténtica?»

«En definitiva, España es tan diferente a cualquier otro país democrático que aquí es perfectamente posible que la directora de la Biblioteca Nacional celebre que la ciudadanía lea menos sin que ni el ministro del ramo -el de Cultura-, ni los representantes empresariales del sector -la AEDE-, ni de los periodistas -la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España y los colegios profesionales, tal que el catalán, tan activo habitualmente- digan «esta boca es mía». Y si me apuran, bastante será con que no le rían la gracia a la guionista de «Abuela de verano» -horrenda serie televisiva-, por aquello de su acendrada entrega a la causa del progresismo.»

Continúa José Antonio Zarzalejos:

«La afirmación de Rosa Regás es cavernícola e irresponsable, y combatirla y denunciarla es, precisamente, progresista. Siempre lo será celebrar una sociedad con periódicos críticos y responsables; siempre lo será que los ciudadanos dispongan de información y opinión plural; siempre lo será que los cargos públicos -y entre ellos la dirección de la Biblioteca Nacional-se sientan vigilados, seguidos y hasta escrutados desde una dialéctica periodística que -aunque dura- se abstenga del insulto, la denigración o la humillación pero sí se atenga a la crítica en términos contundentes. Si Rosa Regás no es capaz ni de entender ni de asumir que éste es el juego democrático -su esencia- debe dedicarse a otra cosa o, alternativamente, quien puede hacerlo ha de separarla de la gestión de responsabilidades para las que carece de la más mínima idoneidad.»

Y concluye:

«Vuelvo al principio porque este asunto concierne al Gobierno y, específicamente, al ministro de Cultura; concierne también al propio sistema por lo que tiene de afrenta a la libertad de expresión y de crítica, pero concierne, sobre todo, a la profesión periodística y a los editores, que deberían ser capaces de ponerse de acuerdo en defender juntos, al menos, la función social, política y democrática de los medios de comunicación. Que son, legítimamente, un negocio mercantil, pero antes, un proyecto intelectual y social al servicio de la libertad. Una novelista trastabillada metida a directora de la Biblioteca Nacional -ni ella a más, ni el cargo a menos- no tiene derecho a poner en almoneda este acervo de legitimidad moral de la Prensa en democracia».

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