Maria Antònia Munar y Jaume Matas, las dos caras de la subasta poselectoral

Maria Antònia Munar y Jaume Matas, las dos caras de la subasta poselectoral

(PD / Redacción).- La bahía de Palma ha sustituido su “melodía de equilibrios inestables y alteraciones sutiles” por un escenario de alta novelería política, con las suciedades que le son anejas: mercadeo de votos, torsión de la representatividad emanada del sufragio popular, traiciones innombrables, corrupciones sugeridas o evidentes y una coctelería de ideologías y partidos donde lo que menos importa son las ideas.

Como caracteres del drama, está Jaume Matas, en el papel de político que trunca su carrera por la cesantía, y Francesc Antich, en el de político amortizado que recobra vida por una carambola, según publica la revista Época.

Ahí Maria Antònia Munar ejerce de princesa a derecha e izquierda, matrona tutelar de la política balear desde hace años, con el llavecín mínimo pero necesario para repartir cuotas
de poder mientras ella se queda con la parte más cómoda.

Todo se entiendemejor cuando entrevemos al fondo el paisaje de una de las comunidades más ricas de España. En cualquier caso, no son de extrañar los temores y temblores del sector hotelero -Escarrer, Riu, Barceló- al anticipar el regreso de la ecotasa.

Son los ciudadanos, los votantes, quienes menos aparecen en esta subasta de las instituciones. Las Baleares no constituyen el único caso de traslación de poder, pero hay una interpretación muy sesgada del interés público cuando un PP con 191.517 votos -a un suspiro de la mayoría absoluta- depende de los 28.082 votos de una Unió Mallorquina de obediencia estrictamente venal.

No en vano algún veterano cronista balear ya les ha motejado de “partido de negocios”, después de más de 20 años de ejercer como bisagra urbanística, siempre con esa avidez por la obra pública, donde la princesa Munar tiene su interés empresarial.

Como fenómeno político, la UM que fundó Jeroni Albertí viene de la gangrena de la UCD y se metamorfosea pronto en un regionalismo de derechas, con una sustancia lo suficientemente gaseosa para dar apoyos aquí o allá o para que Munar pueda posar con Nadal y con los Reyes o ejercer el catalanismo desde la Consejería de Cultura que le otorgó el popular Gabriel Cañellas.

Desde aquellos años -principios de los noventa- es mucho lo que ha cambiado para Munar. Era rica y ahora es mucho más rica. Tenía poder y ahora tiene

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