Elena de Regoyos (Periodista Digital).- Un nuevo género triunfa en la gran pantalla. Lo hizo Michael Moore con Bowling for Columbine y Farenheit 9/11, y lo adapta ahora al estilo freak Borat, el más exitoso personaje del cómico judío-británico Sacha Baron Cohen. Ambos, cada cual a su estilo, han convertido a la figura del reportero en un éxito asegurado en el cine. Sobre todo -y ahí puede estar la clave- si saca los colores de la sociedad americana.
Dicen que es desternillante, en plan freak, una mezcla entre Michael Moore y Torrente. Mientras Moore, marcadamente político, llega al fondo del asunto, denunciando al más alto nivel lo que considera los «cánceres» de la sociedad americana, buscando culpables y proponiendo soluciones, https://www.periodistadigital.com/ultima_hora/object.php?o=505529se queda en la crítica voraz, superficial pero real, sin tapujos.
«Borat» encabeza la taquilla estadounidense por segunda semana consecutiva, con una ganancia total de 67,8 millones de dólares. Por lo que su inversión de 18.000 dólares por su producción está resultando más que rentable. Quizá Bond logre desbancarle esta semana.
Cohen interpreta a un periodista de Kazajstán que quiere convertirse en el sexto hombre más importante del país. La mujer figura en su lista de prioridades detrás de Dios, el hombre, el caballo y el perro, y justo antes de las ratas. Es aficionado al humor antisemita -paradógicamente su alter ego es judío-, se acuesta con su hermana, que es prostituta y, en definitiva, resulta un personaje repulsivo.
COMO QUIERA QUE SEA, RIDICULICEMOS AMÉRICA
Con esta carta de presentación viaja a Estados Unidos para empaparse del «american way of life». Micrófono en mano y con todos sus prejuicios en la mochila -sin ninguna vergüenza de pregonarlos-, como si fuera un personaje real, se planta en suelo estadounidense donde, por cierto, consigue algún que otro magreíllo con Pamela Anderson, una de las «inocentes» que el actor pilla por banda (fue atacada por Borat en una librería donde se encontraba firmando autógrafos, y luego la persiguió por un estacionamiento hasta que fue detenido por agentes).
Una vez allí entrevista a todo un repertorio de extremistas, que acaban conformando un vergonzoso pero real mosaico de la intransigente sociedad norteamericana. El más atrevido y satírico retrato de esta sociedad en la picota. Así lo ve la crítica de El País:
Aquí sale todo el mundo malparado. Feministas, racistas, damas sureñas, hospitalarios judíos, cristianos fundamentalistas, estudiantes de vacaciones, prostitutas: todos son abordados e interrogados con (falso) candor por un (falso) periodista para un (falso) documental. Y lo que logra Baron es tan apabullante como lo que suele encontrar Moore: un brutal retrato, que en ocasiones borda la caricatura, de todo un país a partir de sus ceremonias más íntimas (el sentido del humor, el rodeo), de las que emerge lo que podríamos llamar la cotidianidad del horror, las confesiones machistas, el racismo de quien ni siquiera es consciente de serlo.
FENÓMENO MUNDIAL
Y es que este tal Borat no es ninguna novedad. Muchos ya le seguían en la televisión británica, donde Cohen ya usaba a este controvertido personaje.
Se comenta en la blogosfera que:
Quienes no lo conocen, en su show Baron Cohen interpreta tres personajes: Ali G, un cantante de hip hop que conduce un programa de entrevistas -con una envidiable lista de entrevistados– que suele confundir, sin rubor alguno, a un veterano de Vietnam con un veterinario vietnamita; Bruno, un reportero de modas de una supuesta tele austríca gay; y, mi preferido, Borat, un cándido periodista oriundo de Kazajistán de visita en los Estados Unidos para conocer el american way of life.
Sea porque la sociedad estadounidense resulta profundamente ridiculizada, sea por lo hilarante que resulta, el personaje ha dado la vuelta al mundo y ya hablan de él desde Grecia hasta Rusia o Japón.
