(PD).- Así la apoda la prensa alemana, al compararla con el líder Otto von Bismarck. Tienen en común la defensa de la unidad del país y el haber conseguido consensos con sus vecinos europeos.
El antiamericanismo de Gerhard Schröder pasó a la historia con el cambio de Gobierno alemán. Angela Merkel, la nueva canciller, trajo aires nuevos a la estancada Alemania, cuando le ganó a Schröder el 9 de junio de 2005, en unas apretadas elecciones, según informa Ana del Paso para Época.
Nadie apostaba por esta política que nació en Hamburgo, pero que al poco tiempo se trasladó con su familia a Alemania del Este, donde creció bajo el régimen comunista. Tampoco creyeron en ella cuando necesitó del partido batido en las elecciones para formar coalición (Schröder le puso todo tipo de incomodidades, hasta el punto de quedarse con la cartera de Exteriores).
Nada más prometer su cargo, se echó a andar, recorriendo las principales ciudades europeas: París, Bruselas y Londres. Consiguió poner a Alemania en una auténtica atalaya desde donde llevar a cabo cualquier reforma hacia el progreso de todo el continente europeo, al más puro estilo Otto von Bismarck.
Rodríguez Zapatero le llamó “fracasada”, pese a que Angela Merkel ha conseguido que el resto de Europa confiase en el modelo de reforma económica liberal que puso en marcha en la nueva Alemania. La canciller está tan convencida de este nuevo modelo que, en cierta ocasión, señaló: “Debería aplicarse en toda Europa; de otra forma, el modelo social se perderá para siempre”.
En el plano diplomático, la canciller alemana no lo ha tenido fácil. Su táctica ha ido encaminada más hacia los centros de poder de la política de la Unión Europea que a los clubs diplomáticos de la UE. Por ejemplo, su viaje al corazón de la OTAN en Bruselas fue para reforzar sus lazos con Estados Unidos –de forma indirecta, ya que no necesitó de ningún interlocutor- y potenciar el papel de la Alianza Atlántica como principal garante de la seguridad en Europa.
Del Reino Unido salió reforzada después de que Tony Blair le diera su apoyo para negociar los presupuestos y la política comunitaria, algo inimaginable en el pasado. Lo consiguió precisamente de un país euroescéptico, justo lo contrario de la filosofía Merkel.
En el ámbito doméstico, asombró a todos al arrancarle al Bundesrat la aprobación de la reforma del federalismo, que permite un mejor reparto de competencias entre el Estado y los länder. El proyecto entrará en vigor en enero próximo y se le considera como la mayor reforma en la historia de la República Federal de Alemania.
También se propone fortalecer el crecimiento económico, frenar el desempleo, acortar el déficit fiscal y potenciar la seguridad social y la inversión. Para ello, Merkel aplica la fórmula de reactivar la innovación, formar un mercado de capitales eficaz, bajar la inflación y priorizar todo lo relativo a la mejora del medio ambiente. Estas propuestas son apoyadas por el Parlamento, que necesitaba un líder con agallas.
