¿Sueña el juez Garzón con ser ministro de Justicia?

(PD/Agencias).- Ha vuelto el juez Garzón y dicen que dispuesto a pilotar el «proceso de paz» desde la Audiencia Nacional. Según Elsemanaldigital, el magistrado quiere ser ministro de Justicia y hará todo con la esperanza de conmover al presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Escribe Miguel Ángel Orellana en Elsemanaldigital que fue el general De la Chiesa quien dijo que una de las ventajas de la lucha contra los terroristas y los amigos del terror es que éstos, a diferencia de otros criminales, terminan, antes o después, explicando claramente sus proyectos.

Para guía de incrédulos, el conglomerado etarra lo hace con sobrada insistencia. Días atrás, sin ir más lejos, daba buena cuenta de su estrategia. De un lado, el «alto el fuego permanente», cuyo objetivo fundamental quedaba expresado negro sobre blanco por Batasuna: «Esto no es un proceso de pacificación, sino un proceso de reconocimiento de Euskal Herria».

Para llevarlo a cabo, remachaba, naturalmente el pilotaje de ETA. Está todo tan claro, y sin embargo, salen de la órbita gubernamental, tan previsibles ellos y con tan poca vergüenza, los de la guitarra, el pancho y el gorro de lana de la ovejita Norit, para despachar el asunto horrorizados: «¡Por Dios! Son sólo mensajes para consumo interno. No hay que prestarles atención». Incombustibles, inasequibles al desaliento y sin cortarse un pelo, con la coartada del «proceso de paz», tienen la santa jeta de manipular y mentir como ratas.

La «paz», para el Gobierno, el PSOE y su tropa, no es la ausencia de terrorismo para que los ciudadanos vivan y voten con libertad, la paz no es el triunfo del Estado de Derecho sobre los delincuentes que quieren doblegar las vidas y las libertades con la violencia. La «paz», para ellos, es, sencillamente, el pacto político con los terroristas, la cesión para calmarlos. La «paz» del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, además de antidemocrática, es una de las vergüenzas más lamentables de la Europa de este inicio de siglo. A esa «paz» va a contribuir el impúdico y polivalente juez Baltasar Garzón.

Garzón vuelve por sus fueros

Baltasar Garzón vuelve a su juzgado, el número 5 de la Audiencia Nacional. Recupera su despacho este lunes, pero su regreso ya ha merecido honores estelares en la prensa, páginas y más páginas dedicadas al inmarcesible magistrado estrella. Lo mejor –o lo peor, según se mire- que se puede decir del personaje es que nadie le ha echado de menos durante los quince meses que ha permanecido fuera.

Es más, uno diría que la Audiencia ha recuperado en este tiempo altas dosis de tranquilidad y serenidad, incluso el prestigio, que se debe suponer en la institución. Llega a casa Garzón con el rabo entre las piernas de su exilio estadounidense y lo hace dispuesto a controlar importantes instrumentos de la lucha antiterrorista en un escenario de drama nacional. Ahí es nada, un cenagoso terreno más que abonado al egocentrismo de nuestro sin par juez, otra vez la bulla, otra vez el ruido mediático, otra vez los focos persiguiéndole. ¡Con él retorna el escándalo!

En sus últimas semanas calentando la silla a Garzón, Fernando Grande-Marlaska ha gozado o sufrido el honor de verse elevado a símbolo antiterrorista. El mérito del juez no ha sido otro que el de aplicar la ley, manteniendo un férreo control sobre Batasuna y frenando sus intentos de recuperar un espacio público desde el que convertirse en una suerte de «agente activo» en el «proceso de paz».

La gestión que Garzón haga a partir de ahora de los sumarios abiertos dejará inevitable y correlativa huella en los planes del Gobierno de rendición ante los asesinos. En manos del archifamoso magistrado queda en realidad que el cabecilla proetarra, Arnaldo Otegi, y su troupe puedan o no concurrir a las elecciones en el País Vasco y Navarra de mayo de 2007.

Pensemos mal y probablemente acertaremos

En realidad, la legalización de Batasuna no pasa tanto por un pronunciamiento en ese sentido del Tribunal Supremo, sino por que sus miembros dejen de sentir el aliento de la Justicia en el cogote. Y tratándose del juez Baltasar Garzón, pensar mal no es un acto de malicia sino un saludable ejercicio de memoria.

Es el mismo Garzón que ejecutó a su compañero Javier Gómez de Liaño por órdenes de Jesús de Polanco; y es también quien publicó artículos filoterroristas contra Estados Unidos después del 11 de septiembre; o el que se comprometió hace cosa de un mes a no ser «ajeno» a la coyuntura política actual, la del «alto el fuego permanente», y valorar las circunstancias.

No hay forma de encontrar su lado claro porque en él todo es claroscuro. No hay modo de separar el grano de la paja, porque es paja hasta el grano. En la temible perspectiva abierta, surgen rumores sobre inminentes guiños de Garzón a La Moncloa.

Ambiciones puestas en la percha del PSOE

En tiempos de Felipe González tuvo una mala experiencia, aunque quizás fuera peor experiencia la del propio González una vez que Garzón, herido en su orgullo, puso en marcha el sumario de los GAL. La vuelta del PSOE al Gobierno de la España plural le hizo abrigar esperanzas de una nueva luna de miel con el socialismo patrio, y sus acercamientos fueron apadrinados por el Grupo Prisa, que le cedió espacios gratuitos en El País. Pero vio que nada llegaba en forma de ofrecimiento y, despechado, emigró, si bien temporalmente. Así que pensar que, tras cultivar su amistad con algunos ministros, Garzón intente una vez más un triple salto mortal que le lleve, por poner un ejemplo, a colocarse al frente del Ministerio de Justicia en sustitución de Juan Fernando López Aguilar -llamado muy a su pesar a encabezar la candidatura canaria del PSOE en las autonómicas del próximo año- no parece descabellado…

Y es que lo que, según malas lenguas conocedoras de sus más secretas ambiciones, le apetece de verdad al juez es ser rescatado por Zapatero y éste, tan proclive a los golpes de efecto que luego quedan en estampidos gaseosos, pensaría en repescarlo –o al menos hacérselo creer- como pago a inminentes servicios prestados a la causa socialista. Sería hacer bueno aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. El trompicón de Felipe González fue memorable. Fue todo un aviso para navegantes.

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