Estado de decepción

(PD).- Ignacio Camacho escribe este domingo un devastador artículo en ABC, titulado «Estado de decepción», donde alega que la falta de unidad y consenso dan como resultado un país sumido en la decepción.

El articulista comienza:

ESTO se está emporcando. El rutilante y esperanzador «proceso de paz» se enfanga con miradas desafiantes de asesinos cavernosos y con tramas pringosas de dinero exaccionado en las que aparecen dirigentes de partidos con apariencia respetable. Ha vuelto la kale borroka entre amenazas diáfanas, los batasunos reciben invitaciones para hablar en foros de izquierda caviar, y las víctimas llevan la preocupación en sus rostros, que son el termómetro de la dignidad nacional. Y el consenso político no sólo está roto, sino que sufre un verdadero shock , un estado de coma. Algo malo pasa cuando ni siquiera los obispos alcanzan a ponerse de acuerdo para hablar de la realidad de España

Camacho, ve imposible una negociación y afirma que «no se puede requerir la unidad cuando todo el programa de acción política está orientado al disenso, al enfrentamiento y a la ruptura»

El periodista de Abc continúa con la política de Zapatero, quien está llevando a cabo las negociaciones sin el conseso los partidos:

El Gobierno ha transformado su agenda en un demarraje hacia la ruptura, hacia un nuevo modelo político, y en medio de esa querella sistemática se ha cruzado la negociación con ETA como un camión atravesado en una autopista. Todos los llamamientos a la unidad son retóricos; no hay un ápice de concesión en la oferta de Zapatero, decidido a abordar por su cuenta una serie de procesos simultáneos para los que no parece capacitado. Y no se trata de minucias políticas; lo que el presidente ha emprendido es un camino neoconstituyente que no estaba en su oferta electoral, y sin apoyo suficiente a la vista de su precaria victoria en circunstancias más que excepcionales. La conmoción del 11-M requería una legislatura suave, de restañar heridas, una terapia de reconstrucción social, pero en vez de eso el Gobierno ha optado por la cirugía de riesgo y ha abierto al paciente en canal sobre una mesa de operaciones a la que le falta una pata.

El resultado, según Camacho:

«es que la operación política más delicada de los últimos años carece del respaldo necesario, que sólo puede ser el de una mayoría de consenso horizontal, y se ha ensuciado de recelos, desconfianza y zozobra»

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