Federico… el hombre de moda

Federico... el hombre de moda

(PD).- Es el periodista de moda. Tanto para los que le odian y son muchos, como para los que le adoran y son también multitud, Federico Jiménez Losantos es una referencia obligada. Iniciar el día sintonizando la Cadena COPE para escuchar su furibunda filípa matutina, se ha convertido en un vicio casi obligado para millones de españoles, incluidos políticos y periodistas de todos los colores.

Raro es el día en que no hace referencia a él algún miembro del Gobierno Zapatero y extraña es la jornada en que no se publica algo, atacándole, defendiéndole, alabándole o trata de explicarse el fenómeno. Entre los medios online, uno que le dedica especial atención y siempre con odio feroz es Elplural.com que dirige el socialista Enric Sopena.

Este fin de semana, quien ha dedicado su portada a Federico ha sido un medio mucho más influyente y equilibrado. Se trata de Elconfidencial.com, que dirige Jesús Cacho y donde aparece a toda página un reportaje titulado FJL: héroe o villano.

Lo firma Carlos Sánchez, quien comienza diciendo:

Decía hace muchos años Mingote que un español es un señor bajito, con bigote y cabreado. Federico Jiménez Losantos no tiene bigote, es bajito -como la mayoría de los españoles de su generación-, y cabreado sí que está. O al menos es lo que parece. Si alguien a las seis de la mañana tiene tan mal humor es que el día se le presenta complicado. O que ha desayunado un tigre de Bengala.

Imaginemos una escena. Un noruego -da lo mismo la nacionalidad- aterriza en el aeropuerto de Madrid en viaje de placer. No conoce nada de la situación de España, pero comprende bien nuestro idioma. El taxista lleva encendida la radio, concretamente la cadena COPE. Así que el viajero -acompañado de su familia- recorre los cerca de 10 kilómetros que separan Barajas de Madrid escuchando La Mañana, el programa estelar de la emisora de la Conferencia Episcopal. Ese día, FJL habla de terrorismo y de España, sus temas favoritos. Cuando el taxi está a punto de llegar a la dirección indicada, el turista, con su español fluido, le dice al conductor:

-¡Dé la vuelta, volvemos al aeropuerto!

Los niños y su mujer no entienden nada, y es entonces cuando el padre les explica que acaba de oír en la radio que España es como los Balcanes y que está a punto de partirse en varios pedazos. No parece inminente una guerra civil, pero por si acaso Olaf, que así se llama el turista noruego, toma la decisión de volver a Oslo.

Tras la sorpresa inicial, la familia de Olaf reacciona, se resiste, y al final le convencen de que las cosas no parecen estar tan mal. No han visto tanquetas por las calles y ni siquiera les han cacheado en la aduana.

-¡Dé la vuelta! -dice Olaf al taxista-, ¡volvemos a Madrid!

La familia Olsen pasa esa noche en la capital, y al día siguiente decide dar una vuelta por el parque del Retiro, donde por esas fechas se celebra la Feria del Libro.

El periodista comenta de forma irónica:

En medio del paseo de coches, a la altura de la entrada de la antigua Casa de Fieras, los turistas noruegos asisten a un espectáculo desconocido en su país.

Cientos de personas se agolpan ante una de las casetas -las demás están vacía-, y en medio de un mar de libros abrillantados un señor sonriente de unos 55 años, con niki de color verde botella, firma ejemplares a troche y moche. Todos quieren que estar cerca del líder, del gran timonel. Del “único que dice verdades como puños”, dice una señora mayor que luce una pegatina con la bandera de España en la solapa.

En ese momento, Olaf cae en la cuenta. Está ante FJL, el locutor que desde la COPE atizaba a los separatistas y los gobiernos golfos y corruptos. La familia Olsen no entiende nada. Pensaba que las proclamas radiofónicas procedían de un pequeño grupo de extrema derecha –como los que existen en Noruega-, pero pronto cae en la cuenta de que está delante de un líder de opinión capaz de movilizar a millones de ciudadanos. Se trata de un fenómeno de masas patrocinado, además, por la Conferencia Episcopal, lo cual es aún más sorprendente para un nórdico acostumbrado a oír las homilías de los curas en los púlpitos, no a través de las ondas.

Definitivamente, Olaf está perplejo y opta por olvidarse de los problemas de España. Al fin y al cabo, ha venido a disfrutar. No a complicarse la vida.

Sánchez sacude con dureza a Losantos:

Quienes trataron a FJL en los años setenta dicen que por aquella época tenía claro que quería ser famoso. Lo ha conseguido. El dinero nunca le ha preocupado. Nadie duda de que Losantos es hoy uno de los individuos más populares -en el sentido sociológico del término- de este país. Pero también más vilipendiado, más insultado… Y más amado, más querido, más admirado…

Es el líder incuestionable de una nueva religión laica que se ha instalado en las mañanas de España. Pasa por ser un individuo químicamente puro, sin matices. Pero su vida es una contradicción en sí. Es poliédrica, llena de aristas. Militó en el viejo y poderoso PSUC de los años setenta, aquel que gobernaban con mano de hierro Gregorio López Raimundo y Santiago Carrillo; coqueteó con el Partido Socialista de Aragón de Emilio Gastón (sin ninguna vinculación con el PSOE); apoyó a Rojas Marcos y a su Partido Socialista Andaluz (PSA) en las primeras autonómicas de Cataluña (en las que llegó a sacar dos escaños y él estuvo a punto de presentarse como candidato), y finalmente ha recalado -como reconoce- en el liberalismo más radical, dando por hecho que ambas categorías sean compatibles. Y es que en FJL no hay medias tintas. O blanco o negro. O amigo o enemigo. Carne o pescado.

Carlos Sánchez explica los comienzos de Federico:

Todo empezó en 1971, cuando se trasladó a Barcelona para estudiar Filología Hispánica. Eran los tiempos en que los chicos de provincias tenían que emigrar a Barcelona o Madrid para completar sus estudios universitarios, y eso es lo que hizo el joven FJL, hijo y nietos de maestros.

De los viejos maestros de la España rural, reconocidos y admirados por sus paisanos por su compromiso con el saber y la verdad. Y sobre todo por su honestidad. El propio Losantos tuvo como profesores a José Antonio Labordeta y el dramaturgo José Sanchís Sinisterra.

Sánchez rememora la influencia marxista de FJL:

En la Barcelona de la gauche divine FJL bebió al marxismo como pocos. Hasta el delirio. Hasta entrar en el ámbito de Bandera Roja, un grupúsculo de extrema izquierda que atacaba al PCE por ser demasiado tibio y sobre todo por pretender revisar el estalinismo.

Eran los tiempos en que ser revisionista era equiparable a una traición de lesa patria en el mundo de la izquierda, lo que puede explicar que cuando FJL abandonó la militancia (tras un viaje a China que debió tener algo de iniciático) comenzara a fustigar a todo lo que oliera a Estado, a democracia social, a igualitarismo. Losantos, como un Fernando de los Ríos a su vuelta de Moscú, había descubierto los fallos de aquel inmenso error.

El periodista de elconficencial.com sigue lanzando dardos envenenados contra el director de La Mañana:

La vía elegida por FJL para arrumbar su pasado fue la del lenguaje, al fin y al cabo, había estudiado filología hispánica. Losantoscomo un moderno Wittgenstein, entendía que los conflictos filosóficos -en última instancia las controversias políticas- son fruto de malentendidos lingüísticos que ocultan la verdad de la cosas.

Inspirado en Kraus, que sostenía que el lenguaje siempre engaña (de ahí su acreditado escepticismo), se dedicó a fustigar el uso indiscriminado del catalán y el arrinconamiento de la lengua castellana. Entendía FJL que detrás del dominio del lenguaje se escondía simple y llanamente un colosal lavado de cerebros. Lo catalán es bueno; lo castellano, malo por naturaleza.

LO QUE QUEDA DE ESPAÑA

En 1978, publica Lo que queda de España -su obra de cabecera-, en la que dibuja un país fracasado y hasta secuestrado por los nacionalismos. Probablemente no sabía que estaban por delante los 30 años más prósperos y fecundos de la historia de España de los últimos tres siglos. Vascos, catalanes, andaluces y extremeños juegan juntos en la selección nacional y hasta se abrazan. Incluso la renta de los españoles representa ya el 99% de la media de la Unión Europea, lo nunca visto desde los tercios de Flandes.

Hay quien sostiene que FJL es un adelantado a su tiempo, y que en realidad estamos ante un soberbio intelectual -un ser superior que diría Butragueño- que ya hace casi 30 años supo ver mejor que nadie, con una vista de lince, lo que se nos venía encima. El Estatut, la rendición del Estado ante ETA, la golfería de la clase política y todo lo demás. Ya se sabe lo que decía Cela: “En España, quien resiste gana”. Y si el caos no triunfó en 1978, no hay que perder la esperanza de que esté a la vuelta de la esquina.

El pasado viernes, FJL citaba a Konrad Adenauer y recordaba una célebre frase del canciller alemán, para quien había tres clases de políticos: los enemigos, los adversarios… y los compañeros de partido. A luz de los últimos acontecimientos, cabe deducir que existe una cuarta categoría, la que representa FJL. Losantos se ha metido en la vida del Partido Popular hasta convertirse en el referente ideológico de muchos militantes. A Rajoy le pasa con FJL lo que al protagonista de la copla: ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedios.

Y es que Rajoy parece ser la víctima propiciatoria de esta democracia mediática que nos invade. El propio Losantos ha teorizado sobre ello:

Desde hace más de una década, todas las grandes batallas políticas en España han tenido lugar en torno a los medios de comunicación. Y, casualidad o no, ello coincide con la llega de José Maria Aznar, hijo y nieto de periodistas, al primer plano de la política nacional (La Ilustración Liberal, abril de 2001)

Y en eso estamos.

UN PAÍS DE CABREADOS

La democracia del papel -o del éter- ha sustituido a los escaños de la carrera de San Jerónimo, tal vez porque sus señorías se lo han ganado a pulso. La información ecléctica, vendida como una mercancía, es una herramienta de usar y tirar. Del pasado. No vale ya para transformar conciencias. Y eso es lo que ha comprendido mejor que nadie FJL.

“Este es un país de cabreados”, y en ese terreno quien juega mejor es Jiménez Losantos, comenta alguien que lo conoce muy de cerca. Y tiene razón. Las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sitúan por los suelos la confianza de los consumidores en la economía, pero el Producto Interior Bruto crece un 3,5% y se crean cada año más de medio millón de puestos de trabajo. ¿Muchos o pocos? Eso es lo de menos. Lo importante es la ideología, repite machaconamente FJL.

Carlos Sánchez critica la ideología de Losantos:

Ideología liberal, por supuesto. Como la que pavonean los filósofos franceses, Bernard-Henry Lévy y compañía, sus referentes más cercanos. Formados en la izquierda extraparlamentaria, pero capaces de dar un giro estratégico a sus vidas hasta situarse en lo que algunos han llamado el anarquismo conservador.

¿Es posible ser al mismo tiempo liberal, conservador y anarquista? La respuesta no es fácil de dar, pero FJL es, sin lugar a dudas, un poco de las tres cosas. Como su amigo Fernando Sánchez Dragó, que lo rescató del Instituto Lope de Vega -donde había llegado tras el lamentable atentado de Terra Lliure-, para que empezara a colaborar en Disidencias, el suplemento cultura de Diario 16, entonces dirigido por Pedro J. Ramírez.

¿Qué es ser liberal? Indalecio Prieto decía que él era socialista a fuer de liberal; pero seguro que a FJL no le gusta esa definición. Para él, lo que fundamenta al Estado liberal es la defensa de la propiedad privada, que no es otra cosa que la máxima representación del Estado de derecho. Tiene razón. Sin el respeto a la propiedad privada no hay Estado de derecho, pero sin información veraz y plural, tampoco. Las campanas, sin badajo, no tocan. Sólo lucen en lo alto del campanario.

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