La alta tecnología revoluciona el mundo de la chuleta en la universidad

(PD).- En la Universidad de California, Los Ángeles, un estudiante descargó sus apuntes en un móvil-PDA que permite enviar correo electrónico y trató de leerlos en un examen; un compañero le delató.

Escribe Jonathan D. Glater en The New York Times que en la escuela de periodismo de la Universidad Estatal de San José, se sorprendió a estudiantes utilizando los correctores ortográficos de sus portátiles cuando parte del examen tenía como fin, precisamente, revisar su ortografía.

En la Universidad de Nevada, Las Vegas, después de que hubiera alumnos que fotografiaran las preguntas con teléfonos móviles para enviárselas a compañeros fuera del aula y obtener así las respuestas mediante mensajes de texto, la universidad instaló un nuevo sistema de supervisión.

«Si emplearan el mismo tiempo estudiando», afirma enervado Ron Yasbin, decano de la Facultad de Ciencias de la UNLV, «todos sacarían sobresaliente». Con su arsenal de artilugios electrónicos, a los estudiantes de ahora les resulta más fácil copiar.

De modo que los gestores docentes, que en los últimos años se enfrentan a toda una gama de inventivas técnicas, se ven inmersos en un novedoso juego del ratón y el gato, tratando durante esta época de exámenes de superar el ingenio de los posibles copiones mediante diversas estrategias: impedir el acceso a Internet desde los portátiles, exigir la entrega de los móviles antes de los exámenes o simplemente haciendo que los exámenes se realicen al modo tradicional, con papel y bolígrafo.

«Es un rollo», afirma Ryan M. Dapremont, de 21 años, que acaba de terminar su tercer año en la Universidad Pepperdine de Santa Bárbara, y que ha tenido que hacer sus exámenes a mano. «Mi caligrafía es pésima», declara:

«Siempre que tengo que escribir en un cuaderno me duele la mano y no escribo igual de rápido».

Dapremont señala que la tecnología ha hecho más fácil el copieteo, pero añade que probablemente el plagio al realizar trabajos sea aún mayor, porque a los alumnos les resulta sencillo bajarse de Internet trabajos ajenos sin citarlos. En cualquier caso, algunos estudiantes afirman que, en estos tiempos, copiar es más un problema de mentalidad que de los utensilios de que se dispone.

«Para algunas personas tiene gran importancia dónde van a ir en el futuro y sólo piensan en dónde estudiarán la licenciatura y cuál será el paso siguiente»

afirma Lindsay Nicholas, un estudiante de tercer año de la UCLA (Universidad de California, Los Ángeles), que añade que la presión para tener éxito:

«Con frecuencia nubla todo lo demás y hace que la gente haga cosas que no debe hacer».

Dos tercios de los estudiantes admiten haber copiado

En una encuesta realizada en los últimos cuatro años a casi 62.000 estudiantes de licenciatura de 96 universidades, dos tercios de ellos admitieron haber copiado.

El sondeo lo dirigió Don McCabe, un profesor de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey que ha estudiado el mal comportamiento académico y que contribuyó a la creación del Centro para la Integridad Académica de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte.

David Callahan, autor de The cheating culture: Why more Americans are doing wrong to get ahead, Harcourt, 2004, señala que los alumnos de hoy en día se sienten más presionados para sacar buenas notas y así poder estudiar carreras de posgrado y conseguir un empleo:

«Los incentivos racionales de los universitarios para copiar han aumentado, al tiempo que el carácter para resistirse a esas tentaciones se ha debilitado».

Cualesquiera que sean las razones para copiar, los gestores docentes señalan que la batalla contra esta práctica les está agotando. Aunque Brian Carlisle, vicedecano para asuntos estudiantiles de la UCLA, afirma que la mayoría de los estudiantes no copia, él se refiere con hartazgo al fraude académico.

Nos habla del alumno que, el otoño pasado, descargó sus apuntes en el móvil-PDA Sidekick, que permite enviar correo electrónico; de estudiantes que han recurrido a ayuda exterior con artilugios de ese tipo; de gente que ha preprogramado su calculadora con fórmulas. Algunos, señala, se han atrevido incluso a utilizar la tradicional chuleta.

«Con el tiempo, tendremos que fijarnos mucho en el uso del iPod»

añade el profesor Carlisle, apuntando que, con un pequeño auricular inalámbrico, será difícil de detectar.

La visibilidad del cable de los cascos del iPod fue la perdición de un estudiante de Pepperdine hace un par de años, que trató de escuchar durante el examen los apuntes que él mismo había grabado en el reproductor de música portátil.

«Llevo enseñando 30 años y cada año aparece algo nuevo»

confiesa por correo electrónico Sonia Sorrell, una profesora que pilló copiando a un alumno. En la Escuela Anderson de Gestión, de la UCLA, el centro de conexión inalámbrica con Internet se desconecta durante los exámenes finales para frustrar las conexiones a la Red.

Richard Craig, profesor en la Escuela de Periodismo y Comunicación de Masas de la Universidad Estatal de San José, que sorprendió a estudiantes utilizando el corrector ortográfico el año pasado, dice que, para hacer los exámenes, ha dispuesto las mesas de las aulas de modo que los alumnos le den la espalda y él pueda ver la pantalla de sus portátiles. «Era una forma diabólicamente sencilla de enfrentarse al asunto», señala Craig.

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