«El honor de los Couso»

Juan C. Osta (Periodista Digital).- La familia de José Couso sigue «pidiendo justicia» desde hace tres años. La Audiencia Nacional firmaba a finales del año pasado una orden de busca y captura contra los tres militares estadounidenses implicados en la muerte del cámara. Un alivio para la familia. Alberto Sotillo, en su columna de ABC que titula «El honor de los Couso», al mismo tiempo que alaba el comportamiento de la familia, reflexiona sobre la superioridad moral de una civilización en la que se puede pedir justicia incluso de actos de guerra.

El cámara de Telecinco José Couso fallecía en Bagdad por las heridas sufridas por un ataque aliado al Hotel Palestina. Tenía 37 años, estaba casado y tenía dos hijos de corta edad. Esta tragedía fue el comienzo de la lucha de una familia.

La familia de José Couso exige mucho, y a algunos les parece injustificable tanta pertinacia. Probablemente, a éstos se les ha olvidado que, si hablamos con orgullo de nuestra civilización, es porque durante siglos ha habido quiénes, contra toda conveniencia, nos han recordado que tenemos leyes y que, incluso en la guerra, hay que hacer un esfuerzo para cumplirlas.

Alberto Sotillo recuerda así los instantes siguientes a la muerte de José Couso por un ataque estadounidense:

Yo no llegué a conocer a Couso. Los avatares de la guerra nos mantuvo en distintos hoteles. Pero sí recuerdo que, cuando atacaron el Palestina, todos pensamos al principio que habían sido los iraquíes. Y por supuesto que a nadie se le pasó entonces por la cabeza pedir cuentas a Sadam. Después, cuando nos enteramos de que habían sido los norteamericanos, no salíamos de nuestro estupor. A «los nuestros» no les está todo permitido. Por supuesto que uno acepta que una guerra es un lugar peligroso. Nadie había pedido garantías sobre nuestra seguridad. Pero si estoy orgulloso de la reacción de mis compañeros y de la inagotable lucha que desde entonces ha mantenido la familia de Couso es porque, como gentes civilizadas, como los griegos de Jenofonte, nunca aceptaron la barbarie como inevitable. Ni siquiera en la guerra. Tal vez la de los Couso parezca una causa perdida, pero causas como ésta nos recuerdan que aún quedan gentes con honor entre nosotros.

La familia Couso, natural de Ferrol, perdió a uno de sus miembros cuando estaba siendo sometido a una operación en el Hospital San Rafael de Bagdad.

A veces he hablado con algún miembro de la familia. No he visto en ellos atisbo de rencor ni de envenenada ideología. Sólo la tenacidad de pelear por una causa perdida, pero justa. No quiero que esto parezca una hagiografía. Pero, cuando tanto se habla de que en las guerras uno se desengaña sobre la condición humana, emociona que haya gentes que no se dan por vencidos para ser exigentes con nosotros mismos.

Y concluye el periodista:

Lo que más apreciamos de nuestra civilización está construido sobre causas perdidas. Tal vez los jueces seguirán evitando meterse en problemas y procurando no parecer impertinentes ante los poderosos. Pero la diferencia entre nuestra sociedad y la de Sadam es que, en la nuestra, hay quienes exigen algo más que un cómodo encogerse de hombros ante las leyes y que no se rinden a la barbarie.

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