La fórmula británica no funciona en EEUU

La fórmula británica no funciona en EEUU

(PD/Agencias).- Se suponía que iba a ser el equivalente periodístico de «sorpresa y desconcierto». Veintidós profesionales británicos de la prensa sensacionalista, cuidadosamente seleccionados, aterrizaron en Nueva York para hacerse cargo del National Enquirer, un tabloide infame pero luchador, y demostrar a los yanquis cómo salir adelante: con primicias, estafas y compras.

Escribe Edward Helmore en The Guardian que, en un abrir y cerrar de ojos, el diario estadounidense, sinónimo de los más excelsos años de periodismo sensacionalista en los 70 y 80, y vendido en los supermercados, regresaría a la cumbre de la prensa. Pero el pasado 4 de abril se bajaron las persianas del Enquirer.

De la manera tradicional, se convocó al editor, Paul Field, a una reunión con sus jefes, de la que salió sin cargo. David Pecker, actual director de American Media Inc., progenitora del Enquirer, informó a Field, el que fuera editor asociado del londinense Sun Daily, de que, aunque había realizado un trabajo excelente, quedaba despedido.

El National Enquirer, según se anunció, regresaría de nuevo a Boca Ratón, Florida, desde donde Pecker lo trasladara hace poco más de un año, y volvería a contar con David Perel como editor.

El destino de los 22 periodistas británicos que trabajaban para Field sigue poco claro. Se les ha pedido que continúen hasta el 1 de mayo. A algunos se les ha dado la opción de reubicarse en el diario, pero parece que la mayoría regresará a Londres.

Sus visados dejarán de ser válidos sin el patrocinio de American Media y sus indemnizaciones se verán supeditadas a una cláusula de confidencialidad.

De forma irónica, las dos ediciones del National Enquirer anteriores a esta decisión han sido excepcionales y con todo lo que Field fue llamado a hacer:

Artículos sensacionalistas jugosos, asombrosos y que han puesto a celebridades en situaciones comprometidas.

Se publicaron fotografías del baño de Whitney Houston tras una sesión de crack y otras drogas a las que se dice que es adicta.

En otra edición se habló del insaciable apetito sexual de la cantante hacia otras mujeres. Dado que Houston últimamente aparece muy desmejorada y se comporta de forma extraña, la historia no hizo temblar los cimientos de la tierra, pero dejó claro que el Enquirer aún tenía pulso.

La ventas del diario llevan años cayendo. En los 70 y 80, se consideraban sinónimo de primicia, desde las imágenes del accidente de coche de Grace Kelly hasta Elvis en su ataúd y Michael Jackson con la máquina de oxígeno.

Gracias a un presupuesto editorial ingente que enviaba equipos de editores y periodistas allí donde había noticia, y a cientos de corresponsales y soplones, el Enquirer siempre lograba hacerse con la exclusiva, y sus inalcanzables ventas alcanzaron los cuatro millones de ejemplares.

Sin embargo, excepto una modesta recuperación en los años 90 (más o menos desde los zapatos Bruno Magli de O. J. Simpson hasta el vestido azul manchado de Monica Lewinsky), el Enquirer ha sufrido un constante descenso de ventas.

Entre junio de 2003 y diciembre de 2005, la circulación cayó un 39%, hasta 1,1 millones de ejemplares. El diario sufre los mismos males que los principales medios de comunicación: mayor competencia y caída de la circulación y la publicidad (aunque su impulso se haya basado en las ventas y no en los anuncios).

Dada esta derrota en la fortuna del tabloide, pocos culpan a Field de no haber sido capaz de darle la vuelta a la tortilla en el poco tiempo que ha tenido. Pero se cuestiona el acierto de importar periodistas británicos para resolver la situación de una publicación intrínsecamente estadounidense, sin contar siquiera con un supervisor de EEUU.

«Espero que Pecker y otros como él hayan aprendido la lección sobre lo que conlleva traer el periodismo sórdido británico, junto con sus malcriados profesionales, hasta América», comentó un blogger la semana pasada.

Bajo la dirección de Pecker, dicen sus antiguos reporteros, el Enquirer «ha perdido el rumbo»:

«Solamente lucha por mantenerse a flote y por ello cambia de ubicación, de editores, de personal».

Con una deuda de 1.000 millones de dólares y la presión para frenar las pérdidas de Evercore Partners y Thomas H Lee (los fondos de inversión que participan en la empresa), American Media necesita más ingresos para afrontar su futuro y el del Enquirer. Los planes para reflotar la compañía están estancados.

Entretanto, Perel afirma que volverá a centrar el diario en «crear una agenda sobre noticias de entretenimiento». Pero no habría un final mejor para el National Enquirer que el recuerdo agridulce de la sordidez y el cotilleo.

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