«En este oficio vales lo que tu última foto»

"En este oficio vales lo que tu última foto"

Juan C. Osta (Periodista Digital).- Hace una semana una fotografía ocupó las portadas de medio mundo. En ella un hombre de negro se alejaba en moto por una carretera. ¿Por qué la relevancia? El que huía en el ciclomotor era el asesino de quien estaba plasmando la instantánea.

Manuel López, director de la revista FOTO, ha escrito unas emocionadas palabras en especial para Reporteros sin Fronteras. López conoció personalmente a Jorge Aguirre, el reportero gráfico asesinado.

Reproducimos íntegro el texto de Manuel López.

Jorge Aguirre, vivir -y morir- informando

«En este oficio vales lo que tu última foto». Recuerdo su gesto de franco asentimiento a esta afirmación mía la primera vez que la pronuncié en el taller que en mayo del año pasado impartí en Caracas a los 31 fotoperiodistas de la Cadena Carriles, que edita los diarios Últimas Noticias y El Mundo. Como tampoco se me escapó su indisumulada falta de interés cuando intenté animarles a que, al margen de su trabajo de ejecutar las pautas -servicios- del día a día de la fuente -sección- a la que estuvieran asignados, intentaran identificar un tema personal, su tema, e hicieran fotos intemporales libres de la vorágine de la agenda de Redacción. Volvió, eso sí, a asentir con determinación cuando me dispuse a explicar por qué recomiendo por sistema a los fotógrafos que no tengan prisa por ser famosos, que no trabajen para la fama sino para la vida.

Jorge Aguirre no quería ser artista fotógrafo; ni siquiera fotoperiodista de relumbrón. Se sabía un profesional y estaba satisfecho con ser un profesional. Sólo aspiraba a realizar las pautas de cada día. Y sobradamente. Se excedió de profesionalidad en su último servicio el pasado miércoles 5 de abril. No se limitó a cubrir el expediente que rezaba en su pauta de hacerle fotos al Estadio Olímpico Universitario de Caracas. Hecho el trabajo y de vuelta a la Redacción, indicó al conductor del periódico que le acercase a la Universidad Central de Venezuela, en cuyas inmediaciones discurría una manifestación de repulsa por los últimos asesinatos.

Él sería la siguiente víctima mortal de la convulsa Venezuela actual. La historia la conocen los lectores: de repente, un pistolero motorizado da el alto al vehículo, debidamente identificado como prensa con el logotipo del periódico y en nombre de «la autoridad» dispara contra el fotógrafo. Abatido, instantes antes de desplomarse en el suelo, Jorge Aguirre logró retratar a su asesino. «Herido moribundo», me recuerda Carmen Riera, editora gráfica de la Cadena Carriles, «y todavía lo que pensaba era en tomar la foto…» El mensaje del equipo gráfico que dirige, asistida por Yannina Carrillo, coordinadora; Esso Álvarez, jefe, y Ángel Echevarría, coordinador de Fotografía, es claro: «Acá el dolor nos embarga y al mismo tiempo motiva a seguir luchando por un mejor periodismo, por un mejor país…

Que el mejor periodismo en la Venezuela de Hugo Chávez va muy por delante de la acción de justicia lo demuestra el hecho de que del anterior asesinato perpetrado hace cuatro años contra el fotoperiodista Jorge Tortoza sigue sin haber culpables. El clima de inseguridad creciente en que han de trabajar los periodistas en Venezuela, que ha propiciado el que la normalidad sea cubrir la información en la calle protegidos con chalecos antibalas. El propio título del taller que impartí, «Fotoperiodismo, aquí y ahora. Estrategias de supervivencia en la encrucijada de la imagen digital» pierde cualquier significado metafórico cuando se trata de Venezuela: la palabra supervivencia tiene allí un significado trágico.

Cuando abrimos un coloquio en torno al segundo tema del programa del taller, «Retrato robot de la profesión más arriesgada del mundo», recuerdo que flotaba en el ambiente la amenaza de la sombra de la tragedia, omnipresente en la crispada vida venezolana. Los 31 integrantes del equipo gráfico de la Cadena Capriles -ahora 30- se sabían víctimas potenciales.

Uno de ellos, Jorge Aguirre, el fotógrafo tranquilo que sólo aspiraba a hacer bien su trabajo, pasa a engrosar la lista de mártires de la información. En el caso de quien firma este testimonio, viene a ser el cuarto entre los fotoperiodistas asesinados que pude conocer personalmente en vida. A diferencia de los anteriores, que perdieron la vida en escenarios de conflictos bélicos de su país -Juantxo Rodríguez, asesinado por marines estadounidenses durante la invasión de Panamá en 1989; Luis Valtueña, asesinado en Ruanda en 1997; y José Couso, asesinado por tropas estadounidenses en Bagdad en 2003-, Jorge Aguirre fue asesinado en la capital de un país teóricamente en paz democrática. Mientras los periodistas sólo estén a salvo con chalecos antibalas, la Venezuela de Chaves continuará teniendo suspensa la asignatura de la libertad de prensa.

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