A la muerte de Alfie

A veces, cuando la corrupción, cuando la incapacidad de nuestros líderes, cuando la injusticia social… uno quisiera ser de otra parte, todo menos español. Es la rabia, es la impotencia. Se pasa y al poco tiempo uno se siente tan orgulloso de ser español como tantos otros se sienten de ser franceses, senegaleses o de Burkina Faso. Cualquier persona normal se siente orgullosa de sus raíces, de su origen.

Pero en esos periodos de crisis busco ser de otra parte… De un país más solidario, más industrializado, con la naturaleza más intacta… Y las condiciones que pongo suelen ser incompatibles entre sí… Al final vuelvo a ser español, a sentirme español y a querer ser español… con todas nuestras carencias. Hay varios países de donde nunca he querido ser, de donde nunca querré ser. Inglaterra es uno de ellos. Bueno, Gran Bretaña, si me dejan ser más preciso… Imperio por imperio, el nuestro (que hizo sus canalladas) no eliminó a las tribus indígenas de la faz de la tierra del modo en que se hizo al norte del Rio Grande. Podría seguir por este camino pero no es hoy el objeto de este comentario.

Nunca querré ser británico, el país que ha extripado (iba a poner “extirpado” pero creo que mi teclado ha sido inteligente al corregirme) la patria potestad de los padres de Alfie Evans. Su libertad, sus libertades, la segunda cosa más preciosa que una democracia debe proteger. La segunda, digo.

Porque la primera cosa que todo Estado democrático debe proteger es la vida de sus súbditos. Y en este caso el Estado ha luchado desde el primer momento por sacrificarle, por matarle, por asesinarle. Despreciando la vida, despreciando las libertades, despreciando todos los valores sagrados que un Estado fuerte, poderoso, democrático debe respetar, proteger y defender. Y debería haberlo hecho con todas sus fuerzas y energías, las mismas que ha puesto en impedir que el niño fuera tratado por otros hospitales. Que fuera tratado humanamente. Solo los poderosos son clementes, flexibles, tolerantes; solo los derrotados son inhumanos.

Un imperio que promueve este desprecio por los más altos valores merece desaparecer, una civilización que calla y consiente, cuyos periódicos reducen la noticia a unas pocas líneas merece todo el desprecio de las personas conscientes, merece también que lleguen los bárbaros (los de Centro Europa como en el siglo V o los de Centro África o Centro Asia, que llegarán unos y otros) y los (nos) reduzcan a cenizas.

La hipocresía de nuestra civilización es desesperante; la manipulación a la que son sometidas nuestras mentes, nuestras conciencias y nuestras ideas es asfixiante: La misma sociedad que se indigna (muy justamente) por la sentencia de “La Manada” y sale a las calles a manifestarse (a toque de trompeta, o de tuit si ustedes lo prefieren) no mueve un dedo por la vida de un niño de dos años. Mierda.

PD: Escribo este texto absolutamente indignado, precipitado y dolido. Seguro que hay faltas de ortografía, de sintaxis, de coherencia gramatical… No importa, no lo corrijo, no muevo una coma, lo dejo tal y como ha salido de mi hartazgo. Solo quiero añadir otra cosa, un tuit mío de hace dos o tres días: «Si los padres de Alfie hubieran querido abortarlo el Estado no les habría puesto ninguna dificultad, en cambio solo querían mantenerlo vivo»

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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