El Cristo de los terrores

Quiero decirles, estimados lectores, que me da miedo la llegada del próximo fin de semana. Se me juntan diversas tonterías adversas y si por mí fuera daba un salto en el calendario y pasaba directamente de hoy al miércoles que viene. Dejaría estos días en un congelador para disponer de ellos en abril, por ejemplo. (Mi colaboración semanal en Onda cero Palencia)

El caso es que este fin de semana entrante vamos a cambiar otra vez la hora. Un pasito p’alante, un pasito p’atrás. Y a mí se me ha dado muy mal siempre el baile. Todos los bailes. Nos dicen que ahora toca retroceder una hora para ganar una hora. Sí, ya sé que parece contradictorio, pero nuestras autoridades juran y perjuran que es por nuestro bien. La verdad es que eso de que lo hacen por nuestro bien lo llevan diciendo desde que a alguien se le ocurrió inventar el Boletín Oficial del Estado. Les juro por mi bicicleta que sería el hombre más feliz del mundo si nos dejasen permanentemente en nuestro huso horario, con Portugal. Y con Gran Bretaña. ¿Qué chorrada es esa de tener la misma hora que Italia o Grecia, con lo muy p’allá que están en el mapa?

Y luego viene Jalogüin. He perdido la cuenta de las veces que he escrito contra Jalogüin. Los españoles somos esos europeos acomplejados, de sesera reblandecida que se mueren de gusto por cualquier cosa que venga del extranjero, esos humanoides que preferimos un nombre en inglés porque da más nivel, más autoridad, más categoría que en castellano. “Merchandaising” en vez de mercadotecnia, oiga. Preferimos un producto si es “Light”. O “Ecofriendly”. Soplapolleces, me parece a mí. Y ha tenido que venir Jolivuz y su voracidad cultural a imponernos esta memez extranjerizante, colonizadora y descontextualizada que es Jalogüin. Sí, con la inestimable colaboración muy interesada de grandes almacenes, supermercados y muchos papás que consideran muy “cool”, incluso “cute” todo lo que venga de fuera. Yo tengo la torpe opinión de que estos señores son los mismos que opinan que Belén Esteban es una escritora, que las series españolas son buenas y que Sálvame o Gran Hermano solo son programas de televisión.

Conmigo que no cuenten para esa noche; para la noche de las ánimas tenemos de sobra tradiciones propias, castellanísimas, españolísimas. Que tampoco es necesario que nos riamos de todo, que tampoco es necesario que nos riamos porque los yanquis se rían y cuando los yanquis se rían, que si queremos reírnos de algo basta echarle valor y dar un vistazo a las portadas de nuestros periódicos. Jalogüin es una tradición troglodita, postiza, de cartón piedra, como los antiguos decorados de Jolivuz, inventada por quien tiene mucho interés en vendernos su cultura con fines estrictamente económicos. Y “dominatorios”, si ustedes me permiten el palabro.
Y esta estúpida celebración me lleva otro asunto: Hay quien tiene el Cristo de los Faroles y lo venera y celebra; nosotros desde hace unos días tenemos el Cristo de los Terrores. Les confieso que he añadido mi firma a esa petición para que el festival “Terroríficamente cortos” retire la imagen del Cristo del Otero, ese Cristo esquelético, de calavera, cúbito y radio al aire porque como poco me parece de pésimo gusto. Estoy seguro de que los “dañocausantes” no han querido ofender a nadie, pero este tipo de bromas fuera de lugar, inapropiadas, entran en la misma España ligera, intrascendente, en la que nada importa, en la que nunca pasa nada, en la que se tiene un cuidado extremo de no ofender a los homosexuales, bien, bien, en la que se tiene un cuidado extremo de no molestar a los gordos, a los gangosos… Pero con la religión, ah, no, con eso no pasa nada, ahí no es necesario tener ninguna prevención, se cuenta ya con el desinterés de unos, la colaboración de otros y sobre todo con la paciencia de los afectados. Insisto, doy por supuesto que no ha habido ganas de ofender. Pero cuidado tampoco ha habido.

Y no se me diga que el propio Victorio Macho tenía bocetos o dibujos de crucifijos con Cristo esquelético. No, no me vale. Aquello estaba tratado con dignidad, puesto en su contexto de respeto; lo de ahora está hecho sin dignidad y para sacar un rato de publicidad. Cosa que evidentemente están consiguiendo.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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