Educación tipo yogur

Empieza un nuevo curso escolar y seguimos sin una ley de Educación consensuada y aceptada por todos. Miles de niños se han vuelto a las aulas o están a punto de hacerlo y vuelven con las mismas limitaciones de otros cursos. Y no estoy hablando de este año, de este gobierno, de esta Ley de Educación. Quiero señalarles, amigos oyentes, que estas líneas anteriores se podían haber leído el año pasado, hace dos o hace diez y seguirían siendo válidas. Con un gobierno o con el contrario.
(Mi colaborción semanal con Onda Cero Palencia)
Un país será mejor si sus leyes educativas son mejores, si no se modifican cada poco tiempo, si un gobierno no programa contra el anterior, si estimulan el trabajo, la competitividad y la colaboración, si estudiar no es una carga, si sus alumnos se respetan, si ellos y sus padres respetan a los profesores, si los profesores son cercanos y se saben hacer respetar… y todo eso, y muchas más cosas, viene dado por las leyes educativas. Pero es que de esas leyes educativas salen niños estimulados, competitivos, colaboradores, respetuosos.

Las leyes educativas son un círculo virtuoso que pregonan y sostienen las cualidades de un país. Un círculo virtuoso que apuntala el nivel cultural medio de la masa de ciudadanos, cultos y críticos, adaptables y exigentes. No, no hace falta que todos los ciudadanos sean científicos o literatos, basta con que sean inconformes, inquietos, serviciales, que lean como acto de diversión, como parte natural de su ocio cotidiano. Pero en España somos más de Belén Esteban. De “Mujeres y Hombres y viceversa”. De Gran Hermano y Sálvame. Somos analfabetos, acríticos y amorfos. Somos de mirar nuestro ombligo por encima de todo y antes que nada.
La Educación solo tiene un grave problema, una contrariedad insoluble: que tarda muchos, muchos años en dar resultados, en mostrar sus efectos, en revelar sus cualidades. Un niño que empieza Educación Primaria tarda seis años en… en acabar Primaria, lo que en términos de cultura y conocimiento del mundo es un inicio que solo le servirá como paso previo a otros estudios. Solo al cabo de demasiados años podremos ver lo que la Educación ha hecho por él.

Quizá por eso, por el tiempo que pasa entre las inversiones en Educación y los primeros resultados, nuestros políticos no se proponen determinados objetivos que nos unirían a la élite educativa mundial. Porque los políticos no pueden esperar 10, 15, 20 años a que ese niño de Primaria acabe sus estudios. Los políticos nos necesitan, dóciles, acríticos, cada cuatro años. O en ocasiones tres veces en el mismo año. A los políticos les da igual que el programa más visto anoche sea la decimoséptima edición de Gran Hermano, el fútbol nuestro de cada día o ese nuevo programa para ligar con un desconocido delante de las cámaras.

Hay muchas cosas que cambiar en el sistema educativo. A mí se me ocurre un bosque de cuestiones pendientes y solo unas pocas tienen que ver con los conocimientos que se adquieren en el aula, aunque también, también; pero si queremos regenerar España, ahora que tanto se habla de ello, debemos acordar leyes educativas que sirvan para todos; si queremos convertir este triste patio de Monipodio (¿quién coños sería este Monipodio, oigausté?) en una sociedad organizada hay que mejorar la Educación, si queremos que nuestros políticos no se comporten como Rinconete y Cortadillo en las Cortes Generales debemos dar la vuelta a esta lamentable España como un guante y eso solo se hace con una ley de Educación comprometida, acordada y que no caduque a los cuatro días, como los yogures.

Ahora que lo pienso ¿no será que a los políticos les interesa tener un pueblo así? ¿No será que a nosotros no nos importa tener unos políticos así? ¿O será que en definitiva unos y otros somos los mismos y nos importe todo un rábano?

Adiós, señores, que tengan buen día, voy a tener que dejar de escribir estas cosas porque siempre me entran ganas de hacerme finlandés. Pero finlandés fetén, finlandés de Finlandia, no del Caribe, entiéndaseme bien. Y si quieren más guerra, en tuiter me tienen a su disposición; @pedrodehoyos se despide hasta la semana que viene.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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