El hijoputa de las hostias

Cuando una sociedad no tiene claro el límite de la libertad se vuelve imbécil. Porque la libertad, las libertades, puede tener límite. Lo estamos viendo estos días en Bélgica, en nombre de un bien superior. Yo tendré toda la libertad del mundo pero si me propaso con una mujer, no digamos si es una menor, me meten, o deberían hacerlo, en chirona. Pero eso, debemos tener claro que la libertad tiene límites en nombre de un bien superior, la seguridad en los últimos tiempos, o la lógica. La lógica implica que si silbar un himno, incluso delante del jefe del Estado, es un ejercicio de libertad también debe serlo silbar o abuchear otro himno. Aunque antes de todo ello estaría la libertad de cada uno para respetar a los demás y entender hasta donde llegan los propios derechos y libertades.

La Iglesia católica se merece infinitas críticas. Y podríamos dar un largo curso universitario al respecto. Por lo mal que ha gestionado el tema de la pederastia en su seno, por ejemplo. Mal, muy mal. A los tribunales (de justicia) y a las tribunas (de la prensa), con ellos. Aunque ya de paso y por aquello del equilibrio, de la sensatez, de la justicia y de la verdad también deberíamos hablar de la contribución de la Iglesia a las artes musicales, escultóricas y arquitectónicas, por ejemplo. O a la paz mundial. O a la justicia con sus centenares de consagrados que pasan de nosotros, nuestras cuitas sociales, nuestro dinero y nuestra comodidad y se van, pongamos, a Liberia a luchar contra el hambre, la ignorancia y la enfermedad. Hay miles de curas y monjas, y seglares que los acompañan, en esta labor que yo, en mi casa, con mi confort y con mi sueldo, no tengo los santos cojones de llevar a cabo.

Ya. Pero de ellos no hablamos, no queda bien. Queda mucho más elegante acordarse de la madre que parió al cura que pasa por allá. Y quejarse de lo bien que vive. Hablar bien de mi amigo Juan Manuel, que dejó profesión, novias, grupo musical propio y, por ejemplo, motos de gran cilindrada para irse a vivir a Kenia como un puto paria, durmiendo en el suelo entre cucarachas no queda bien. Si hablas bien de un cura quedas como una rata de sacristía, un meapilas. Como posiblemente esté quedando yo. Tampoco conviene hablar de los miles de curas de nuestras ciudades que se limitan a cumplir en silencio y con infinita discreción su papel vocacional, diciendo misa y ayudando a los demás, sin ruido, sin estridencias, con fe silenciosa y resignada. Miles. Pero no, no hablemos de ello, hagamos bulla, que es lo que interesa.

Un tal Abel Azcona ha tirado por la calle del medio. A bruto, salvaje, fascista y anticlerical no hay quien le gane, pues bueno es él para andarse con medias tintas, respeto, delicadezas, respeto, sensatez, respeto, sentido de la justicia y respeto. Santos cojones los suyos, que a bruto nunca le ha ganado nadie en su pueblo. Él ha ido a comulgar la tira de veces, 242 según reconoce. Con lo larga y pesada que debe ser una misa para un ateo… qué coñazo. ¿Y la de teatro que tienes que hacer mientras estás en la iglesia y la carita de niño bueno y angelical que pones para ir a comulgar? Pues este hijoputa, (no pretenderá que los demás le respetemos si él no nos respeta) ha hecho todo eso, se guardaba la hostia consagrada y con ellas y unas fotos ha montado una exposición en Pamplona (A una escoba y una bolsa de basura confundieron con arte en algún museo muy renombrado), lo que nos dice muy a las claras qué entienden este cabronazo y el ayuntamiento pamplonés por arte. Ya me contarán qué son los conciertos de Brandemburgo si esto es arte.

El respeto es la primera forma de ser humano. A los niños se les enseña en casa y en la escuela a ser respetuosos con sus compañeros, con quienes son de otras creencias, razas, religiones o, simplemente, de otra forma de ser. Ah, o de otra tendencia sexual, faltaría más. Los que no respetan a los semejantes son aparados de las pandillas, de los grupos sociales. Por el respeto nos distinguimos de los cromañones que cuando veían una tía güena le arreaban con un palo para llevársela a casa. A la cueva. Dígale usté ahora a una tía güena que es una tía güena y le enchironan, ya he dicho.

Yo estoy muy lejos (pero mucho, mucho, mucho, mucho) de ser del Partido Popular. Pero los respeto aunque no los comprendo. Estoy muy lejos (pero mucho, mucho, mucho, mucho) de ser del PSOE, de Ciudadanos o Podemos. Pero los respeto a todos, aunque no los comprendo. Si yo fuera de algo sería de un partido que metiera dos… dos… collejas en el cogote a este impresentable fascista. Porque fascista es todo el que impone su opinión, su criterio y su visión de la vida a los demás.

(O leninista, pero no, eso no vende, nuestro mundo entiende lo que son los fascistas. Pero el leninismo se la pela, que cuando una sociedad no tiene claro el límite de la libertad se vuelve imbécil. Ya, ya sé que me repito, lo he hecho adrede.)

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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