El día del orgullo hétero

No comprendo por qué hay que estar orgulloso de ser homosexual. No comprendo que para manifestar ese orgullo haya que salir a la calle en calzoncillos, haya que vejar al pobre oso de la Puerta del Sol (este año no ha pasado, al menos cuando escribo, pero ha pasado con gran disfrute de la concurrencia), no comprendo que haya que parar el tráfico o cerrar un barrio entero para celebrar el orgullo homosexual. Estoy seguro de que una gran cantidad de homosexuales repudian esta pantomima, este desfile de monstruos carnavalescos, esta exhibición de tetas y culos, esta cabalgata de bíceps y muslos, de bragas y sujetadores, de plumas y lazos. Estoy seguro de que muchos homosexuales en su fuero interior repetirán la orteguiana frase de «no es esto, no es esto». Desde luego ser homosexual no tiene nada que ver con esta pantomima deforme, con esta feria de mariconadas que deberían ofender a todos los homosexuales dignos y serios.

Sé que los homosexuales han sufrido muchos desprecios, sé que la ley ahora les protege, pero no sé por qué todos los periódicos abren sus portadas con este asunto menor, aunque sé que detrás está la idea de «educar al personal». Somos más los heterosexuales y no salimos a la calle en calzoncillos o marcando paquete, enseñando la pelambrera pectoral o manifestando lo mucho muchísimo que nos molan dos tetas bien puestas. Es más, si salgo a la calle con esas pintas me detienen y me hacen pasar un mal rato en comisaría. Si le digo a mi vecina de asiento en el autobús lo bien que podríamos pasarlo juntos me denuncia, con razón, por acoso, si voy a trabajar enseñando las nalgas me despiden, no les digo ya si le comento a mi jefa lo bien que huele.

¿Por qué hay un día del orgullo gay y no del orgullo de ser de Venta de Baños? ¿Por qué no hay un día del orgullo de llevar a los niños a la escuela, otro del orgullo de hacer todas las tardes los deberes con ellos? ¿Por qué ayuntamientos e incluso Las Cortes han colgado la bandera arco iris y no han tenido dos cataplines para colgar el símbolo que identifica a los cristianos de oriente, perseguidos hasta la decapitación o la crucifixión? ¿Hablamos de solidarizarnos con los débiles, con los parias? Hoy el lobby gay es poderoso e influyente, lleno de recursos económicos y políticos, como se está demostrando, mientras los cristianos de Oriente son pura escoria. Ah, es que eso no mola, los cristianos, y más los católicos, son fachas, (¿por qué no hay un día del orgullo facha?) ¿Por qué no existe un día del orgullo calvo, del orgullo fofisano o del orgullo de comer chorizo de Cantimpalos?

¿Qué tenemos que hacer los «normales» (no me tiren piedras, ya ven que pongo comillas) para que se solidaricen con nosotros, para que alguien organice un carnaval burlesco en defensa de mis intereses heterosexuales? ¿Ustedes saben cómo lo paso yo cuando cruza a mi lado una señora con el escote hasta el ombligo y no puedo decirle lo buenorra que está porque me denuncia? Se me ocurren mil causas más llamativas para ser defendidas por la sociedad, editores de periódicos, ayuntamientos y asociaciones de vecinos y otros sostenedores de buenas causas perdidas: asociaciones de padres que no pueden ver a sus hijos, asociaciones de maridos falsamente acusados, asociaciones de padres de niños con enfermedades raras, asociaciones de familiares de enfermos de Alzheimer, asociación de inmigrantes de cualquier país imaginable, gremio de libreros de libros de ocasión, sindicato de temporeros de la fresa onubense, gremio de meteorólogos contra el cambio climático…

Lamentablemente todas estas son simples asociaciones, no tienen detrás un lobby poderoso, rico e influyente que mueva portadas de los periódicos, entradillas de telediarios o voluntades de democráticos alcaldes. El lobby y la pasta, he aquí la diferencia hoy.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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