Jordi Pujol, un político fuera de lo terrenal

Todos nosotros nos acordamos de Jordi Pujol pontificando en televisión sobre cómo debe ser una democracia, sobre cómo deben ser los demócratas, sobre cómo deben ser las personas honestas… Todos nosotros, a poca buena memoria que tengamos, nos acordamos de Pujol hablando del bien (él y los suyos) y del mal (todos los demás), sobre lo que es bueno en política (el catalanismo) y todo lo que se debería arrojar a los infiernos de la política (todas las demás tendencias políticas), trazando rayas en el suelo a cuyos lados deberían separarse los puros como él de los perversos, como todos los demás políticos… O los jueces que le investigaban.
Los demás políticos, los jueces… ¿Dónde estaban todos los políticos cuando desde su elevado trono, desde su elevada dignidad, con una «auctoritas» que nadie le había otorgado, pontificaba de ese modo? ¿Por qué callaban cuando se le acusaba de corrupción? ¿Por qué aquellos sobreentendidos silenciosos para protegerle? ¿Por qué la prensa callaba, incluso tapaba, lo que estaba ocurriendo? ¿Por qué, quienes podían impedirlo, consintieron que aquel político, uno más de la pléyade que se ganaba las habichuelas en aquellos años, ascendiera al Olimpo de la inmortalidad, aceptando situarle por encima del bien y del mal? ¿Por qué consentían, por qué asentían, por qué permitían que se atribuyese a sí mismo una superioridad ética y moral, auto calificándose por encima de los mortales, fuera de lo terrenal?
Aquel glorioso Jordi Pujol que decidía la honorabilidad de unos y otros, que disponía quién era digno de sentarse a su diestra, se ha convertido en miseria moral despreciada hasta por sus conmilitones, pero alguien alguna vez debería analizar las culpas de los políticos que se creyeron su superioridad, aquellos que aceptaron comulgar con ruedas de molino, permitiendo su ascenso electoral y que diseñara una Cataluña de corte y confección a su medida.
Igualmente aquellos jueces que hicieron mal su trabajo, sea por incapacidad, sea por deshonestidad, deben ser interpelados y deben dar explicaciones en plaza pública, explicaciones por lo menos a los ciudadanos, pero posiblemente también a las instituciones. A lo peor a instituciones penitenciarias.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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