Marta Domínguez, inocente de todo cargo

Leo en los periódicos la crónica de la mala leche española. La deportista Marta Domínguez, que hace sólo unos meses era la encarnación de todos los males, que fue paseada por todas las televisiones cual el mismísimo demonio deportivo, retratada como la más elevada perversión deportiva, como la fábrica mundial de maldad, como la antideportividad hecha ser humano, acaba de ser exculpada de todo cargo, es inocente de toda culpa, es más sana física y mentalmente que cualquiera de sus acusadores.

Alguien se ha equivocado gravemente, muy gravemente, y ha arrojado inmundicia sobre la chica de oro de España, una de las más importantes atletas de todos los tiempos. Fueran los investigadores de la Guardia Civil, fueran los que filtraron datos, fueran los periodistas que exageraron indicios que se demostraron falsos, sobre Marta Domínguez han arrojado toda la maldad de que es capaz el ser ¿humano?
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No voy a dejar por escrito toda la gloria que Marta ha ofrecido a España, no voy a relatar todas las veces que ha ondeado la bandera de España, no voy a contar los millones de personas que han coreado el nombre de España al verla a ella. Ni siquiera voy a hablar de la alegría que nos ha inundado cada vez que su sonrisa se asomaba a la tele tras una de sus innumerables victorias, cómo se alborotaba el corazón y cómo se inundaba de gozo nuestro pecho. Conocer su currículo está al alcance de cualquiera con dos dedos de frente y acceso a Internet, ahí está a disposición de cualquiera.

Permítanme sólo centrarme en una persona de mi barrio, con la que me cruzaba con frecuencia, una ciudadana más, con sus sentimientos, con su personalidad honorable, con una familia a la que acaba de incorporar un nuevo hijo. Una ciudadana más, ejemplar por otra parte, pero dejémoslo en una ciudadana más, tan honorable como usted, lector. Tan normal como mi vecina de arriba o la señora de la cola del pescao. Con la única diferencia de que a Marta la han linchado. La han apedreado, la han lapidado tal y como cuentan que hacen los extremistas religiosos con las mujeres adúlteras.

La han lapidado, lo de menos es que haya sido a cambio de miles de triunfos, de miles de glorias, de miles de alegrías y satisfacciones, de miles de veces que ha ensalzado el nombre de España. Es lo de menos. Aquí lo importante es que han arrastrado por La inmundicia el nombre honorabilísimo de una ciudadana inocente, se dedique profesionalmente a lo que se dedique, qué más da.

Marta Domínguez ha sido objeto de maledicencias, de burlas, de insultos, de ofensas. Sin posibilidad de amparo, sin que nadie se acordara de su honor, de su honra, de su buen nombre. Los programas más asquerosos (¿Por qué no compra Rupert Murdoch unas cuantas teles que yo le diga y hace con ellas lo que con News of the World?), repelentes, repugnantes, sucios y barriobajeros, esos programas y esos periodistas seguidos por toda la cochambre de España, por todo cuanto de animal hay en nuestra sociedad, han ridiculizado, calumniado y vilipendiado a una persona absolutamente inocente, a la que han tratado como no tratan a los analfabetos y predelincuentes que salen en televisión desnudando sus vergüenzas en programas como La Noria, Sálvame y otros de peor calaña.

Pero ahora, cuando la realidad se impone, cuando la honradez obtiene (¡tanto tiempo después!) su victoria ¿quién se va a ocupar de devolverle esa reputación deportiva y personal de la que tan grosera, altiva y rastreramente han abusado? Vivimos en un país en el que se está imponiendo lo peor de la sociedad, lo más chabacano y macarra de una sociedad barriobajera, en el que lo noble, lo sano y decente cede terreno, retrocede y se acobarda ante la arrogancia de una sociedad tan enmierdada hasta la médula como satisfecha de estarlo. A veces ser ciudadano da vergüenza.

PD. He escrito el presente texto de un solo tirón, frenéticamente impulsado por la rabia, a gran velocidad. Creo que si corrijo posibles faltas de sintaxis, de ortografía o innecesarias repeticiones suavizaría algunas de mis frases y no quiero. Quiero que el lector note el hastío que me produce tener que escribir esto, definir de esta manera la sociedad que nos envuelve y acordarme de cuanto salvaje anida en el pecho de algunos ciudadanos. Malditos sean, los muy H d P.

Y no digamos si cuando se hizo se hizo pensando en la ideología de la atleta.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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