Amigos y enemigos

Aún recuerdo a mis padres explicándome eso de que los amigos se cuentan con los dedos de una mano y aún deberían sobrar dedos. Mis escasas habilidades sociales han provocado que efectivamente así sea, que me sobren dedos para contarlos, lo que hace que valore mucho más y que dé especial relevancia a aquellos amigos que me acompañan desde hace treinta o cuarenta años.

Lo que nunca me explicó nadie es lo de los enemigos. Decía Baltasar Gracián que “Triste cosa es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, señal es de que no tiene ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien.» Si los lectores disculpan mi torpe ignorancia yo nunca había oído hablar bien de tener enemigos. Me siento rehabilitado, oiga usté.

Lo de tener enemigos es consustancial con el ser humano, ahí están formando parte del acervo cultural de la Humanidad el vecino que se adueña de nuestra plaza de garaje o la cuñada que se ocupa de recordarnos lo poco que valemos para haber emparentado con ella. Desde la escuela nos hemos encontrado niños que nos caían bien y otros imbéciles que nos resultaban intragables. Ah, eso funciona, claro, en las dos direcciones. A veces uno no se sabe por qué pero desde la primera mirada que cruza con alguien ya adivina el enfrentamiento futuro.

Yo aspiro a que llegue el día en que tenga una panoplia de enemigos de importancia, no eres nadie si no tienes un grupo de odiadores poderosos e influyentes. No bastan las dos marujas amargadas que te envidian porque escribes y sales en la tele o el aspirante a capitán general, frustrado porque se quedó en corneta. Los bastos odiadores de la España negra y casposa no sirven para lo que decía Gracián. Para ser importante es imprescindible tener enemigos inteligentes y no asilvestrados, que sean finos estilistas y no burdos pesos pesados. Los asilvestrados y burdos no dan postín, son como la claque que va al teatro pagada para aplaudir, pero al revés. De la costumbre han hecho monotonía y no conocen otra actitud, son un coñazo que te da mala fama y termina por aburrir. Lamentablemente debo reconocer mi frustración total, no he conseguido todavía tener enemigos importantes e influyentes.

Con los buenos amigos pasa lo contrario, los mejores son los del pueblo llano, ésos que se te acercan porque sí, de los que nunca vas a sacar ventaja, salvo su compañía y su comprensión, ésos con los que en el bar discutes de política o de fútbol sin que te tiemble la taza del café y que un día te piden que les invites al aperitivo porque se han olvidado el monedero en casa. Sabes que no es así, pero son buenas personas, les aprecias y te aprecian, así que pagas y callas, satisfecho de tenerlos cerca.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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