El pecho suelto de Bebe

Vaya por delante que soy un troglodita que jamás ha degustado la música de Bebe. Jamás he tenido ese placer, ni sé cómo ni qué canta. Mea culpa. Mi ignorancia al respecto es tan grande como puede serlo un agujero negro.
Lamentablemente cuando uno se pone a leer aparecen nombres y hechos con los que no cuenta, ni le interesan ni le sirven de nada. Bebe, por ejemplo. Y tiene que tragar con ellos, si pasar los ojos por las letras gordas de los titulares se puede llamar “tragar”. Por eso sé, en el colmo de mi ignorancia, que canta. Y punto.

Ayer o antes de ayer, depende de cuando se asome el lector a esta columna, enseñó una tetilla en Logroño, durante un concierto. Conste que a cualquier cosa lo llaman concierto, que lo que hagan estos mendrugos del tipo Bisbal, La Oreja de Van Gogh, Víctor Manuel o el fallecido Labordeta se llame concierto es insultar a la banda municipal de Venta de Baños, alabados sean por su entrega y sacrifico. Si lo de Miguel Bosé o Bebe es un concierto la caseta de mi perro es la Zarzuela.

Bueno, pues a la tal Bebe se le ha escapado (¿por casualidad o por publicidad?) una tetilla en plena actuación, repito. Y desde entonces he decidido hacerme gay. ¿A que ustedes me comprenden?

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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