Palpito Digital

José Muñoz Clares

El tan denostado art. 14 CE

Me llegó recientemente un meme por whatsapp en que la «difunta» Carmena se lamentaba amargamente de que en Madrid, en determinado año bajo su mandato, hubiera habido 16 homicidios/asesinatos, de los cuales 5 se proyectaron sobre mujeres y 11 sobre hombres. La conclusión que extrajo la exjueza iba sobre lo peligroso que es ser mujer en Madrid, siendo así que ser hombre en Madrid es más del doble de peligroso, a menos que las cifras resulten erróneas, que no lo son. Admito apuestas.

El art. 14 CE es claro: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.»

Coces contra la razón como la de Carmena son conocidos desde antaño: se impusieron en la Rusia soviética – Vavilov fue condenado a morir por proponer la espelta como sustituto del trigo, extremo que Lysenko, amigo de Stalin, criticaba por ser la espelta sospechosamente contrarrevolucionaria -, la época nazi – judíos, gitanos, homosexuales, excombatientes republicanos españoles y delincuentes eran untermenschen (infrahumanos) y, por ello, prescindibles -, el franquismo – los rebeldes eran quienes se mantuvieron fieles a la república y no los alzados en armas con Franco a la cabeza – y tantos otros que no merece la pena citar: mejor que caiga sobre ellos el olvido.

Hoy los infrahumanos somos los hombres. Es un corolario inapelable de la llamada «perspectiva de género», explícitamente elevada a categoría de ley en la infausta ley orgánica 1/2004 de la ignorante Aído, que pretendía asegurar una protección integral a las mujeres y no consiguió otra cosa que batir el récord de mujeres muertas en el año 2008, cuatro años después de su entrada en vigor. Pero nadie se atrevió entonces ni se atreve ahora a señalar los gravísimos defectos de tal legislación, que la condenan al fracaso plenamente acreditado por cifras y no por mera ideología.

El IV informe del observatorio de violencia contra la mujer lo evidenció de forma que sólo cabe calificar de ingenua: «No se considera, sin embargo, adecuado evaluar la eficacia de la Ley Integral en función a las cifras de víctimas mortales, puesto que no es posible determinar la cifra de mujeres que han salvado su vida por la utilización de los recursos que la Ley Integral pone a su disposición.» En 2008 nacieron en España 238.632 niñas y 253.895 niños, cifra singularmente alejada del criterio paritario, de lo que debemos culpar a los dioses, y no me consta que ninguna de esas mujeres sobreviviera gracias a la ley Aído y sí a las buenas condiciones de vida que se dan en nuestro país, el segundo más longevo del mundo pese a nuestros consolidados hábitos tóxicos.

No estoy ya en edad de callarme cuando escucho estupideces porque, si me callo, me salen subtítulos. Prefiero escribirlos y hacerlos inequívocamente míos. Llevo casi 40 años enredado con el Derecho penal y no veo otra solución que hacernos todos austríacos o noruegos, que son los únicos países que tienen una menor tasa de homicidios en Europa; del resto del mundo mejor no hablar: EEUU multiplica nuestra ratio por 6, Rusia por 12 y Venezuela, por citar sólo un extremo, por 120.

No hay un solo partido político en España que tenga una idea seriamente formada sobre lo que hay que hacer para reducir el número de víctimas mortales de cualquier sexo (art. 14 CE). Podríamos prohibir la tenencia y uso de armas blancas – principalmente, cuchillos de cocina – que es el arma preferida de nuestros/as homicidas. Podríamos prohibir el matrimonio y la convivencia. Podríamos dividir el país con una línea imaginaria de Coruña a Alicante y confinar a los hombres al sur – seco – y a las mujeres al norte – húmedo -, y aun así los crímenes se seguirían produciendo en la divisoria, que pasaría a ser los 1000 kilómetros más calientes del planeta, a menos que acabemos también con la insana tendencia de hombres y mujeres a mantener relaciones estables afectivas y sexuales. O podríamos, como propuso recientemente una concejal del PSOE, castrar a los niños de pequeños, cuando están por completo indefensos. No me consta que Sánchez haya desacreditado la propuesta.

Podríamos, mejor, recuperar la cordura y estudiar el asunto antes de pontificar desde una perspectiva de género, que es lo que se lleva ahora como en otros tiempos se llevaban los tractores amarillos. Podríamos volver al país culto que alguna vez fuimos, pero nada indica que estemos en el camino correcto, de modo que… prohibamos el nacimiento de hombres y el asunto se arregla en un par de generaciones.

¿O no?

 

 

 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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