Palpito Digital

José Muñoz Clares

¿Es que no se reían los etarras?

Y los yihadistas condenados a muerte, convencidos de que la ejecución de la sentencia supondría el inicio de la mejor parte de su vida – por otra parte, eterna – y no el fin de su breve y prescindible vida. Pues con el mismo buen humor han entrado en el TS los responsables a título de autores de la más grave crisis constitucional después del 23 F, a falta de bigotes y metralletas para haber redondeado la imagen cutre de Tejero llenado de balas el techo de las Cortes.

Los etarras se reían durante el juicio aparentando una fortaleza que se desmoronaba cuando les caían treinta años y se veían por delante treinta tacos de calendario, treinta navidades, treinta santos y cumpleaños alejados de todo aquello por lo que alguna vez se echaron al monte a matar gente que pensaba raro porque no pensaban como ellos, cuando resultaba tan fácil o no pensar o recurrir a ese simulacro de vida inteligente que constituía la organización terrorista ETA.

Una vez en escena se trata de aparentar – sólo aparentar, recuerden a Maquiavelo – una fortaleza personal y de su pandilla que ha de prevalecer sobre siglos de historia e instituciones. Con algo menos de dramatismo, es como si a los juicios de Nuremberg hubiera podido asistir Hitler para ver cómo juzgaban a los suyos, aunque no sabemos si habría querido asistir también a las posteriores ahorcaduras, como no sabemos si Torra y su gente seguirá yendo a ver a estos a la cárcel cuando lleven apenas un par de años dentro.

Porque a estos delincuentes no los van a ahorcar. Por suerte han dado con un sistema de justicia civilizado al que ellos van a intentar reventarle las costuras a base de impertinencias y descalificaciones. Se acabarán hartando y habrá un momento en que se acabarán las risas y, tras quinientos testigos contando cómo todos ellos se dejaron llevar por un delirio que ahora pretenden inocuo, desgranando los pasos dados, con imágenes de los Jordis subidos al coche de la Guardia Civil, del cerco a la consejería y, si hay algo de suerte, imágenes de los aguerridos CDR y del «visca la república catalana» de la pobre mujer que ha terminado siendo Forcadell, al dejarse manejar por el alucinado Puigdemont. Y algún meme, como aquel de Anna Gabriel oliéndose la camiseta por la parte de la axila por si le olía a sobaquina, mientras se dirigía a la tribuna del parlamento de pueblo en que había dado lo que alguna vez, dicen, fue una institución de autogobierno, hoy ocupada por un ridículo supremacista al servicio del mismo loco de atar recogido en Waterloo por la misericordia de quienes no se atreven a abrir los ojos y ver el fracaso al que los ha conducido los que ahora están siendo juzgados.

La gente que cantaba «esta noche os vais sin coche» después de destrozar el vehículo de la Guardia Civil no imaginaban que este momento llegaría de forma necesaria. Que en un Estado de Derecho los hechos tienen consecuencias y quienes libremente delinquen son luego juzgados por una institución, la justicia, que nos distingue de los países incivilizados. Habrá que aguantar las soflamas de la trupe indepe, las fantasmagóricas apariciones de Puigdemont en forma de plasma, sus apelaciones a un eco internacional que de momento no han conseguido. Y al cabo todo se terminará sabiendo y es de esperar que el mundo entienda que lo que esta gente hizo no es en modo alguno tolerable por un Estado serio.

¿No reducen ellos a España a un mero Estado? Pues ahí tienen al Estado oficiando de sí mismo.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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