Palpito Digital

José Muñoz Clares

Las especialidades de Trump

Entre los años 1969 y 1976 emitió TVE una serie llamada Medical center protagonizada por el guapísimo cirujano Dr. Gannon, que tuvo como efecto imprevisto que las vocaciones de cirujano se dispararan hasta el punto de tener que limitar la admisión de estudiantes en las facultades de medicina españolas. Desde entonces las series que tienen un hospital como escenario son una constante, como las que discurren en juzgados y tribunales, transmitiendo una imagen bastante fantasiosa del ejercicio de ambas profesiones.

Mentes criminales me planteó siempre dudas sobre la finalidad, consciente o inconsciente de sus creadores, pues la bajísima criminalidad española y, especialmente, la escasa presencia de los llamados asesinos en serie, me obliga a plantearme si los guiones están basados en hechos reales o, al contrario, obedecen a la perturbada cabeza de los guionistas. Y resultó que no, que la atención de los yanquis por los asesinos en serie se debe a que se trata de un producto genuinamente americano: el 67.58% de tales asesinos seriados operan en los Estados Unidos de América (Pintado Alcázar, Análisis criminológico de los asesinos en serie, p. 22); en su mayor parte son americanos de origen y esa cifra es mayor que la de todos los demás países juntos, con contribuciones abismalmente alejadas: un 3.82% de británicos – inquietantes morbosillos -, un 1.54% de rusos, un exiguo 1.2% de chinos – siendo 1.400 millones de habitantes -y un residual 0.36% de españoles. De modo que por razones que no están del todo a mi alcance el imperio USA da como resultado un subproducto social de repugnantes asesinos – también algunas asesinas pero muchas menos – que se regodean en dilatadas carreras criminales atroces y en un juego permanente con la policía y el FBI a ver quién es más listo, si él o ellos.

¿Ocurre algo en los EEUU que justifique tan extraños frutos humanos? No me consta, sin perjuicio de ir identificando en su actual presidente rasgos que, como poco, cabe calificar de inquietantes.

Sabemos de sus costumbres de abordaje sexual: echar mano al eje de simetría y esperar la reacción; si se niega allá ella y si no rechista sigamos. Un verdadero dandi. Y en materia de contratación de trabajadores no anda lejos: a la mínima «you´re fired» (estás despedido), costumbre que ha llevado a la selección del equipo que gestiona la todavía primera economía mundial, sumido en una constante incertidumbre que recuerda al terror en que vivía el entorno de Calígula. Por sus obras los conoceréis y el estrambótico pelopaja se ha dado a conocer sin tapujo alguno: esas son sus obras.

Es Trump, por otra parte, un caso agudo de mentiroso compulsivo, como los buenos psicópatas. Las nauseabundas mentiras que anda propagando sobre lo muy delincuentes que son los inmigrantes exigen que olvidemos los frecuentes ametrallamientos por obra de americanos de pura cepa a la menor frustración, pero eso, según la podrida mente de Trump, se debe a que las estúpidas víctimas no llevan armas con las que abatir al asesino. Y es que el pollo va de homeópata social: el fuego se combate con fuego, el agua con agua… Y en cuanto a los asesinatos de negros a manos de policías blancos, pues ya sabemos: creí que llevaba un arma.

Sufre además una severa intolerancia a la frustración. Acostumbrado a atrapar mujeres por el vello púbico y a comprar voluntades y despedir a quien no se ajuste exactamente a sus deseos, Trump la imagen de un macarra de barrio sentado con los brazos cruzados frente a los líderes europeos, de pie y con Merkel a la cabeza intentando que rebajara sus ansias proteccionistas, imagen que ha vuelto a representar en su reunión con los demócratas para resolver el cierre de la administración: puñetazo en la mesa, helicóptero y a Texas a inspeccionar la frontera, a llorar por el muro que no hay.

¿Es Trump un psicópata desganado? ¿Está por demostrar lo que es capaz de hacer cuando dé rienda suelta al perturbado salvaje que lleva dentro? Peor aún: ¿hay suficientes psiquiatras en EEUU como para evaluar seriamente a ese, de momento, patán e ignorante comedor de hamburguesas insanas?

Por mi parte, sólo puedo esperar de los dioses paganos – de los otros no espero más que bondad y cursilerías – que se conjuren para enviarle dolorosas y vergonzantes enfermedades que le impidan ejercer la maldad que le brota de la raíz del pelo, pues cerebro, lo que se dice cerebro, no hay evidencias científicas de que lo tenga.

Dioses, por una vez, por una sola vez, ¿no podríais hacerme caso y librarnos de semejante flagelo? No pido nada para mí, yo ni siquiera le intereso, pero el resto de la creación ¿no estaría mejor y más seguro si Trump estuviera severamente impedido y tullidito, reducido a mera cosa en su sillita de ruedas?

 

 

 

 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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