Palpito Digital

José Muñoz Clares

El fin del Derecho

Si los ingenieros y arquitectos pudieran suspender la vigencia de la Ley de la Gravedad tendríamos bellísimas casas flotantes y puentes elegantemente trazados sobre un valle sin apoyo intermedio alguno. Habría, de hecho, una autopista Lisboa-Nueva York de peaje. Pero la arquitectura y la ingeniería son ciencias de verdad que resuelven problemas de verdad, como es la tendencia de los puentes, las casas y las autopistas a derrumbarse. NO caben opiniones al respecto.

El Derecho es otra cosa. El Derecho no es ciencia en el sentido en que lo es la ingeniería, sometida a leyes inexorables, y por eso cualquier iluminado puede invertir el orden del tiempo y decir que regía ayer lo que se ha hecho hoy, o rectificar lo dicho ayer porque ya no me gusta hoy. Máxime si a quien no le gusta es a esos señores de negro – lleven o no puñetas – que al final son los que deciden cuánto suman 2 y 2.
No sea ingenuo, lector: 2 y 2 suman 4 en una pizarra de colegio pero dos y dos, expresado en palabras, no son ni 4 ni 5, que son cifras, sino una frase: dos y dos son lo que usted ordene, distinguida Autoridad. Y así se suma y se sumará en materia de justicia a partir de hoy mismo, por aquello del cesto y el ciento. Si aquello hice y tragaron, ¿quién me lo habrá de impedir en el futuro?

Lesmes le echa la culpa a la oscuridad provocada por los legisladores. No lo dijeron entonces: lo dicen ahora, cuando la gente se les echa encima. Pues que se lo diga a la gente cuando se echen a la calle. De momento no nos convence.

Ajustándonos a la intangibilidad de la cosa juzgada, lo que acaba de hacer el Tribunal Supremo por obra del pleno de su Sala Tercera, a instancias de su presidente y con el apoyo inestimable del voto de calidad del mismo, ha triturado la vigencia del Principio de Legalidad, la Seguridad Jurídica y la prohibición de reconsiderar lo previamente fallado, negando en la práctica que el nuestro sea un Ordenamiento Jurídico homologable al estándar europeo. Al hecho de ser la Justicia el servicio peor valorado por los españoles se une ahora la certeza de ser una instancia política y no técnica, ya no circunscrita a la Sala de lo Penal, que lleva décadas actuando por libre desde la insubordinación a la ley. El mal se va extendiendo. El descrédito de la política y de los políticos y el manejo del Legislativo por estos últimos, nos conducirá en breve a escribir en España el que será el Segundo Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, y eso hasta que decidan, como en Israel hicieron, constituirse en Reyes. De momento nadie hace nada al respecto.

De nada sirve invocar la ley (art. 267 LOPJ: Los tribunales no podrán variar las resoluciones que pronuncien después de firmadas…”) o las Sentencias del Tribunal Constitucional 39, 57, 62 y 113/2012 (“el derecho fundamental a la intangibilidad de las resoluciones judiciales tiene engarce con el principio de legalidad (art. 25.1 CE)). Reconsiderar lo fallado, como ya se ha perpetrado en este desdichado país, supone que ya no hay derecho alguno consolidado: la puerta de la rectificación ha quedado definitivamente abierta. “ y 2 ya son 5, o lo que mande la Autoridad.

Asistimos, como Raimund Pretzel escribió en 1933 ante el ascenso nazi al poder, a la muerte del “antiguo Derecho basado en artículos”, ese que “se había quedado atrasado y punto”, y a un sistema que so pretexto de atender no a la letra sino al espíritu de la ley, se permite pisotear la ley en beneficio de un evanescente espíritu que ellos dicen que administran. Lesmes señala a otros: tres dedos lo señalan a él. Pero la cuota de dimisiones ya está cerrada. Si sigue Delgado en el poder, ¿por qué iba a dimitir Lesmes? La decencia queda para quienes, como un magistrado murciano que debía redactar una ponencia en sentido contrario al propiciado por el presidente de la Sala Tercera, tienen la hombría de no escribir contra lo que honestamente piensan. Es un tipo de gente a extinguir: no caben ya en este sistema.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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