El sr Puchifrites no piensa volver. Optó por la huida valerosa – media vuelta y seguimos avanzando -en la esperanza de que los votos borraran sus delitos y, tras comprobar que no, le ha salido el orgullo de que no vea el mundo la imagen de un ex honorable esposado, conducido, juzgado y a prisión. Para eso está Junqueras, dice el bizarro líder de la república barataria, así que se queda en Bruselas bajo coartada: también se puede hacer república desde el exterior.
Como lo que haga estará pensado desde el exterior para el interior, va a convertir la política catalana en una rueda de wasap donde, espero, tenga cabida el negro a cuya altura se ha puesto, aunque no en todo. O se asegura un plató siempre dispuesto y unas líneas seguras de móvil por las que cursar órdenes o nos acostumbraremos a su perorata con una frecuencia de variedades de sábado noche. Será como Topo Gigio en su día, como los muñegotes del guiñol o, más propiamente, como los teleñecos, a los que le ha salido un nuevo personaje: el Puchi de la Jacapaca. O lo mismo nos sorprende, hace una aparición diaria y se convierte en la madre de Woody Allen, aquella que se aparecía en el cielo para no dejar en paz ni a su hijo ni a sus frustradas aspirantes a nueras.
Obligado, él y su corte de pin y pon, a perder familia, casa y amigos, sabiendo que serán detenidos nada más amagar el regreso, acabarán como Ovidio, haciendo loas al César por ver si relaja el castigo y les permite el regreso, lejos del frío turismo subvencionado por quienes aún creen que la república sigue estando al alcance de la mano. Las aventuras de los cinco, cincuenta años después.
Si ya se fue en estado de insania mental desesperada, el tiempo y la lejanía no han hecho sino alejarlo más y más de la realidad, sumiéndolo en un universo paralelo de nostalgias adobadas con un odio feroz a quienes considera responsables de su situación – Franco el primero -, porque no quiere ver que el «pollo de cojones» que dice que tiene España verdadertamente quien lo tiene es él. Tendrán que ser los del interior quienes le digan que sí mientras intrigan bajo mano manteniendo al hámster en la rueda y en la tonta creencia de que dar vueltas al rulo equivale a gobernar.
Si no vuelve, como se espera, descompondrá la mayoría que cree tener. Y ya veremos si la ladina ERC no se inventa alguna vía sesgada hacia la Generalidad, que es lo que en el fondo quieren y creen que merecen… en ausencia del amado líder de la república que nunca existió.
Tendremos que soportar una homilía semanal telemática del pobre Puchifrites, cada vez más confundido y más solo, mientras los suyos se esfuerzan por no darle razones al Tribunal Supremo para enviarlos de nuevo a prisión a la espera de juicio y de una justa condena, pues la prevaricación, la malversación y la desobediencia están ahí a la espera de que alguien le active la espoleta. Tampoco con eso ha podido el invencible pueblo catalán.
Mientras Puchifrites se encamina hacia el encierro psiquiátrico entre el cachondeo internacional generalizado, a nosotros nos queda qué hacer con una Cataluña encastillada en dos bloques que no se hablan: dos millones de catalanes quieren echar del país a otros dos millones que están avalados por 39 millones más de españoles, que son muchos españoles frente a las confundidas y mermadas huestes de Trapero. Y no es sólo el número: a unos los respalda el Estado de Derecho mientras los otros se dirigen a una escaramuza carlista, y habrán de soportar la ley española durante dos o tres generaciones si no dan lugar a nuevas elecciones y el asunto se va despolarizando como ocurrió en España con las de 2015, cuando cayó el Dr No, y ahora le toca al discípulo, el bailón Iceta.
La marcha imprevisible de Chiquito, paso adelante, paso atrás, gritito y vuelta, será la marca de identidad de una política tan errática como hacer habitable la luna. Eso colmaría las ansias de Omnium cultural y de la ANC: en la luna se hablará catalán. Serán sólo cinco habitantes pero lo que se digan será en catalán. ¿No es la imagen misma del paraíso?