Palpito Digital

José Muñoz Clares

Delirio final

Toda expectativa resulta posible hoy, día 27 de octubre, en el clima de caos y desconcierto a que han conducido la realidad política catalana una banda de golpistas irresponsables sobre cuya memoria ha de caer la vergüenza internacional. Aseguraron tras el 1 de Octubre que esa vergüenza recaería sobre España y los españoles; el tiempo les ha quitado la razón.

Incontables son ya las convocatorias retrasadas, los anuncios fallidos de declaraciones a renglón seguido suspendidas, de manifestaciones de voluntad traicionadas. Ninguna seriedad cabe esperar de quienes han buscado de propósito un pacto – que no diálogo – que los libre de las responsabilidades contraídas, en la vana esperanza de que la separación de poderes en que no creen acabe flojeando y ninguneando a la autoridad legítima que gobierna este país; quieren ellos un compadreo infame que comprometa el futuro de la justicia y la manche para siempre con la infamia de la arbitrariedad.

He repasado en estos días el último discurso de Ceaucescu en Timisoara, dirigido a una multitud obligada una vez más a soportar las mentirosas proclamas de otro delirante, de otro que después de gobernar a su pueblo como un rebaño sometido se dio de bruces con un primer abucheo que hizo que de los allí congregados para aplaudir al líder, en imagen repetida con el único cambio de un dictador por otro – Franco, Hitler, Stalin, Mao… -, brotara la verdad unánime de quienes ya no podían soportar más la humillación. Algo de eso vimos ayer en el «baño de masas» que se permitió Puigdemont, rápidamente convertido en recriminaciones de traición que se mezclaban con besamanos histéricos y llamadas al coraje por parte de quienes se resisten a aceptar que el sueño se ha acabado. Y el sueño se ha llevado por delante un 30% de la producción industrial catalana que con esfuerzo incansable se había construido entre todos, pensando en un futuro mejor, en unas generaciones que se beneficiarían de todo lo bueno que somos capaces de hacer cuando la acción está regida por la razón y el Derecho.

Esperamos hoy otra cita, una más a añadir a la burla constante a que nos somete esa supuesta astucia que no persigue sino torear a la voluntad general en el menos aceptable sentido del término toreo. El maestro en esa suerte fue Artur Mas, el que en su día prendió la mecha que produjo este estallido del que cobardemente se apartó para asegurarse en una futura república catalana un puesto preeminente al que aún aspira. Puigdemont, hijo del dedo creador de fantoches del inasumible Mas, ha resultado ser discípulo aventajado en el arte de la elevar la inconsistencia a categoría de proyecto político.

Sabemos que algo habrá pero resulta por completo impredecible qué saldrá del aquelarre. Todo parece indicar que finalmente el parlamento de Cataluña declarará unilateralmente la independencia y la república en un intento vano de diluir la responsabilidad entre muchos para que al final no tenga nadie que responder. Pero todas las opciones están abiertas y lo único cierto es que Puigdemont ha conseguido aparecer como traidor ante los unos y los otros, al Estado de Derecho y al desorden dañino, a quienes lo apoyan y aquienes ejercen la oposición. Ha cabado por ser fiel solamente a sí mismo y ya hasta se habla de un supuesto asilo en «Cataluña norte» – el Rosellón – desde donde pretende presidir un gobierno fantasma en el exilio.

Cuantas sospechas cabía albergar de un fondo de alucinación en el sentido clínico del término han cristalizado finalmente en una verdad constatada que tiene más de diagnóstico que de frase más o menos afortunada.

El día nos dirá lo que da de sí. Cabe aún la esperanza en la cordura como aquella de Sabino Arana en sus horas finales. Pero cabe igualmente el temor de que todo curse por el peor de los caminos y no nos dejen más opción que la peor de las soluciones.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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