Palpito Digital

José Muñoz Clares

Cataluña despierta (y III)

No es sólo la ganancia la que nos mueve a tomar ciertas decisiones. De hecho, cuando las disyuntivas se plantean en términos de pérdida y no de ganancia los humanos tendemos a aceptar la pérdida menor cuando nos ofrecen perder seguro 200 euros o perder 1000 o nada a cara o cruz. Y siempre, de telón de fondo, está el arrepentimiento que anticipamos si nos la jugamos y o no ganamos nada (oferta de ganancia) o perdemos mucho más (oferta de pérdida). La Cataluña sediciosa apostó muy fuerte a una ganancia ilusoria y se enfrenta ahora a una pérdida descomunal que no quisieron ni considerar.

Mientras escribo, 9 de octubre a las 21:30, me llega por internet la prevista editorial de La Vanguardia del día 10, es decir, de hoy. “Gravedad inaudita”, “altamente irresponsables estrategas del independentismo catalán”, “nuestros errores de cálculo, nuestra incompetencia para el diálogo”, “un auténtico tsunami de incalculables consecuencias para la economía catalana”, “sólo desde un fanatismo exacerbado se puede afirmar que España ya no importa”… Por primera vez, después de tanto desprecio, habla La Vanguardia de Cataluña y España como entidades unidas. En la hora del arrepentimiento caen en la cuenta, después de haber contribuido culpablemente a la enajenación colectiva y al incendio de las instituciones. ¿Es preciso que me remita a su propia hemeroteca? Sí, porque lo que ayer parecía un asomo de sensatez ha desaparecido de la edición impresa de hoy. Se acabó toda esperanza. La locura continúa porque Goebbels sigue vivo en Cataluña.

¿Cuántas veces se les advirtió? ¿Desde cuántos medios? Desde Periodista Digital a diario cuando muchos y muy distintos plumíferos apreciamos que Puigdemont, Junqueras, Trapero, el Govern y Forcadell habían perdido del todo la cabeza manejados por una horda criminal llamada CUP, que ha terminado arrastrando a dos millones de catalanes abducidos hasta el punto de ver paja en el ojo ajeno y no querer ver un montón de vigas en el propio. Ciñéndonos a la economía, que al cabo es cuestión de sumas y restas, ellos vieron sumas y multiplicaciones donde los profesionales veían divisiones y restas. Pero de nada sirvió. Enfrentados a una decisión que resultaba fácil y de consecuencias previsibles en términos de razón, se abandonaron a un delirio en el sentido psiquiátrico del término, a los mismos sentimientos que redujeron Alemania y Europa a ruinas en pos de un Hitler criminal y enloquecido que, yendo en su tren privado al frente ruso, hubo de detenerse junto a un tren que transportaba soldados alemanes heridos y mutilados: se limitó a bajar las cortinas para no verlos, para no enfrentarse a su mayúsculo fracaso.

Y así estamos, a unas horas del momento definitivo en que es de temer que no sean capaces de ese mínimo de sensatez que conduce a la reconsideración y a la rectificación desde el arrepentimiento por los resultados de sus actos.

No se detendrán porque el arrepentimiento les suena a homilía, a los caducos principios de una religión que históricamente abrazó la mayoría de los catalanes. El gobierno español, que intentó reconducirlos evitando los pasos más graves – hoy inevitables -, les sonaba a franquismo. En la Sociedad Civil no ven más que falangistas (¿) ruidosos. La bandera de España, un trapo maloliente tal como les dejó dicho su héroe Otegui una vez que quemaron una bandera española en un escenario en que daba su mitin: “¡Qué mal huele esa bandera! dijo el canalla, sin parar mientes en que la ikurriña olería igual si los españoles la quemáramos, y la señera, y la estelada. Al cabo son trapos y los trapos trapos son. Las banderas no. Son algo más que trapos. El himno español no se merece silbidos, ni el Rey desprecios, ni odio los españoles. Espero que se le haya helado definitivamente aquella sonrisa zorruna a Mas en el ambiente de silbidos que tanta satisfacción le proporcionó. Hoy huye cobardemente de cinco millones y pico de euros que de momento debe y dice no tener, el miserable. Y rectifica con la boca pequeña – «hay cosas que no tenemos…» –  preparaándose un futuro en la Cataluña que viene. El muy fantasma, el muy iluso.

Los peores presagios se han hecho ciertos. El cielo se ha cerrado sobre traidores, rebeldes y sediciosos. Pero Puigdemont no va a volverse atrás, atrapado como está por el mal ya causado y sin remedio, e intentará que una marea violenta lo apoye e incendie Barcelona esta noche. Detroit está en camino. Y no habrá una noche de la ira a la contra porque nosotros no somos como ellos. No sabemos si mañana seguirán acosando a los niños que han acosado en los colegios. Si se atreverán a levantarle la voz a los no nacionalistas ni a señalarlos, ni a hacer listas de apestados. Tememos a esta noche; nosotros sí tenemos miedo pero es más por ellos que por nosotros. Pero no lo quieren ver y se van a lanzar a una noche infame en que lo visto el 1-O quedará a la altura de anécdota.

Puigdemont va a proclamar la república catalana. A partir de ahí vendrá la fuerza ciega y bruta. Necesitan un muerto. O varios. Pero mañana vendrá la justicia. No hay más horizonte porque ellos no quieren que lo haya. Advertidos quedan, una vez más.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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